Para el 20 de Septiembre. 2020.-
Isaías, 55, 6-9.- Salmo, 144.- Filip. 1,20 c- 24,27 a.- Mat. 20, 1-16
Comentario
Sigue la Liturgia, trayendonos las enseñanzas de Jesús, con más Parábolas. En las parábolas suele haber como dos partes: una la que motiva y suscita el interés por la gente a quienes afecta y la otra: la enseñanza correspondiente.
En este caso se dirige a los fariseos, a los justos que se consideran salvados, porque es más fácil valorar “lo que uno hace” que lo que “Dios hace por nosotros con su amor”. Dios sale y viene a nuestro encuentro, desplazando su encuentro con nosotros al “hacer de nuestra parte o trabajo”, pero que también debe ser correspondido por nosotros con amor.
PASAMOS A ESTUDIAR ESTO, A PARTIR DE LA “VIÑA”.
En Isaías, la cuestión de la “Viña”, representa a Israel, el pueblo elegido y con derivación también a la Iglesia y a la familia. Remite también a la estabilidad, porque la plantación tarda en dar frutos, porque hay que trabajarla, probar y saborear sus frutos, antes de poder salir de allí, para volver a la patria , es necesario antes volver a Dios, “buscarle” (vv. 6-7). La llamada a la conversión se fundamenta en la bondad de Dios que es “pródigo en perdonar``.(v.7).
Esta es la estabilidad que el Señor quiere para su pueblo elegido. “Convertirse quiere decir para nosotros buscar de nuevo el perdón y la fuerza de Dios en el Sacramento de la Reconciliación y así volver a empezar siempre, avanzar cada día, dominarnos, realizar conquistas espirituales y dar alegremente, porque “Dios ama al que da con alegría”(2 Cor. 9,7)” (Juan Pablo II, Novo incipiente, 8-IV-1979).
Luego, a través de los profetas, la viña se convierte en la esposa, la mujer, con sus peculiares cualidades femeninas para colaborar, dispuesta a entregarse para amar y ser amada. La viña se convierte en el lugar del amor, dejando de ser el lugar de la cotidiana fatiga, por el trabajo.
El hombre suele reducir todo al premio de lo que él hace. En la parábola Jesús llama a diversas horas y en diferentes tiempos, uno a uno, hasta encontrar a la persona dispuesta personalmente a responder. es una llamada para dar sentido a los hombres que estaban en la plaza sentados y sin hacer nada y poder entrar en la lógica del amor verdadero. No miremos con ojos equivocados o frustrados. Miremos con los ojos de la fe.
LA ORACIÓN DE LA MISA DE HOY:
“Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos, para que merezcamos llegar a la vida eterna”.
El amor al prójimo es lo que el Señor nos enseña especialmente con esta parábola. Descubre el gran valor de la generosidad con el prójimo. “No digas, pues: “Mañana me convertiré, mañana agradará a Dios, y todas mis iniquidades de hoy y de ayer se me perdonarán”. Dices verdad al afirmar que Dios prometió el perdón a tu conversión, pero no prometió el día de mañana a tu dilación” ( S. Agustín, Enarrationes in Psalmos 144,11).
En la Parábola el Señor llama a diversas horas: a la madrugada, a las nueve, a medio día, a las tres y a las seis de la tarde. Sin especificar la recompensa, dice: “os daré lo justo”. Están en la plaza sin hacer nada: porque nadie nos ha contratado”. “Id también vosotros a mi viña”. Empieza a pagar a los últimos con un denario a cada uno. Murmuran entre sí. Jesús interpela a cada uno: “Amigo no te hago ninguna injusticia”.Te doy lo que hemos pactado.
Los Padres de la Iglesia han aplicado la parábola a las personas llamadas en distintas edades de la vida o en distintas épocas de la historia de la salvación. Puede ser una enseñanza también para los fariseos que ligaban la Salvación a sus obras o para los cristianos judaizantes que veían llegar la salvación también para los paganos de la última hora. Nosotros podemos examinarnos: Sobre la envidia por los dones que Dios da a cada uno donándose a sí mismo.
Pensar que el don de Dios es fruto de nuestro esfuerzo, y no fruto de la bondad de Dios. Haber trabajado por él durante todo el día es siempre una gracia.
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