Pasó por la iglesia de S. Cayetano un joven de unos 30 años, con una hermosa melena y vestido sin lujos.
Lo vi rezando en uno de los bancos y cuando se
levantó se me acercó y yo ya tenía
preparado una propina para darle. Cuando se acercó se la ofrecí, pues pensé que sería un pobre de los que
suelen venir, pero me dijo que no lo necesitaba.
Entonces comenzamos una conversación interesante. Le pregunté de donde era como suelo hacer con casi todos los que vienen de una forma parecida y me dijo que de Madrid. Luego fue él el que intervino diciendo que la gente hablaba mucho en las iglesias incluida la catedral, y que eso estaba muy mal pues el Señor dice: Mi casa, es casa de oración. ..Me pareció muy bien traída la cita y me dispuse a escucharle.
Luego me dijo que
a la hora de comulgar la gente no se arrodillaba y tampoco en la misa a
la hora de la consagración y la Biblia dice que ante el Señor toda rodilla se doble en el cielo en la tierra y en el
abismo. Volvió a gustarme su cita, pues se ve que unía la Palabra de Dios a
las cosas de la vida, para él era una palabra viva.
Luego pasamos a otros temas, en especial de lo mal que lo pasan algunos como dejados de la mano de Dios. No le ven en sus sufrimientos. Y ahí también me citó el salmo 22, aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque el Señor va conmigo, su vara y su cayado me sosiegan.
Luego se despidió amablemente, dándome las gracias por
haberle escuchado. Me quedó el buen sabor de boca de como es tan útil la Palabra de Dios si la aplicamos oportunamente al quehacer diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario