viernes, 2 de enero de 2015

Vi la mano de Dios




No como santa Teresa que para eso hay que tener ese don de Dios, sino como el común de los mortales, pues a todos nos puede pasar.

El viernes día 2 era primer viernes de mes y tengo la costumbre de llevarles la comunión a varios enfermos. Esta vez  hice un itinerario de ir primero a ver  a dos señoras  mayores y con la idea de darles también la unción de enfermos,  tal como le había anunciado el mes pasado, pues ya son muy mayores y con algunas enfermedades. No suelo llevar el ritual,  pero esta vez si.

Preparé todo y me dirijo hacia el norte en donde viven ellas,  a  unos 600 metros de la iglesia. 

Cuando anduve unos  cien metros pensé que sería mejor llamarlas por teléfono para que estuvieran preparadas. Cogí  la lista de enfermos y  puse su teléfono o al menos eso creía yo. Cuando terminé de hablar,  veo en el teléfono que había llamado a otra enferma que está en dirección opuesta.

 Entonces cambié de dirección,  diciéndole al Señor  eucarístico, que llevaba conmigo: BUENO, Señor, me haces dar vueltas y cambiar de planes, pero así lo haré. 

Cuando anduve un poco vi a dos conocidos que hablaban con mucho interés y les pregunté de qué hablaban y me dijeron que un señor estaba accidentado un  poco más adelante en un paso de peatones.

 Me dirigí en aquella dirección pensando  mientras tanto que  podría hacer yo. Para mí  era obligado pasar por allí  para ir a verla enferma  con quien había quedado. 

Cuando llegué al paso de peatones veo unos 12 ó 15 policías,  una zona acordonada y un señor  en la acera cubierto con una manta. Me acerco y les digo, a los policias,  que yo puedo darle la unción de enfermos si es que me dejan pasar. No hay problema, me dijeron. Pasé,  busqué en el ritual la unción para casos urgentes y, por indicación mía,  le destaparon la cabeza y en tres minutos le día la absolución y la Unción de enfermos. Si estaba con vida, le ha servido.

Di gracias a Dios,  pues  comprendí que me hizo dar tantas  vueltas para  que al fin pudiera dar los sacramentos a aquel accidentado. Sólo Dios sabe porque le hizo este regalo y quien  habrá rezado por él.

Luego pregunté y me dijeron que era un señor conocido, jubilado,  que había sido carpintero y que siempre andaba muy bien vestido.
 Iba con las manos en los bolsillos del abrigo y cayo de bruces. Pasaba un bombero en su coche y le intentó reanimar,  pero inútilmente. Las ambulancias aún no habían llegado y el cuerpo,  cuando le hice la unción, bajo condición, todavía estaba caliente.

Vi la mano de Dios en todo este suceso. Dios me fue llevando paso a paso.

Las imágenes que ilustran esta anécdota,  son todos tomadas de internet.




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