Había una hormiga llamada por sus colegas Pireta, pues era un poco presumida y hacía reír a todas
contando sus aventuras, era una pizpireta. Y de ahí le quedó Pireta.
A veces salía sola, pero lo normal era que se pusiera de acuerdo
con otra atrevida como ella y organizaba
sus escapadas, generalmente inocentes. El pecado original les había
afectado, pero no mucho.
De sus escapadas siempre salía indemne. Quizá tenía un ángel
que luego la conducía junto a su familia, las demás hormigas.
No tenía fama de trabajadora como otras hormigas, pues nunca
se le vio cargada de alimentos como las otras.
Ella andaba a lo suyo, las aventuras le encantaban. En las tertulias con las
demás hormigas las dejaba boquiabiertas cuando contaba las piruetas que hacía y los saltos mortales. Era increíble.
Un día vio mucho movimiento de ovejas, pastores, camellos
que iban a una cueva y le entró la curiosidad.
Quiso saber lo que pasaba y también entró en la cueva. Allí estaba una guapa señora, un señor con barbas
que estaba pendiente de todo y un guapísimo Niño.
Tomó una opción fundamental, quería ver al Niño de cerca. Se
fue encaramando como era su costumbre cuando subía a árboles altos y llegó a un
pesebre lindamente adornado con paja y hierbas olorosas y el Niño estaba muy envueltito en pañales, desde los
pies hasta la naricita. Se le veían un
poco los pies y la naricita y los ojitos.
La hormiga se acercó a
los pies, mirando de reojo a la guapa Señora, pensaba que como era tan pequeña le
parecía que no iba a ser vista. Pero no fue así; la Señora la vio llegar hasta un dedito del
niño Jesús, que ese era su dulce nombre.
Cuando se puso encima del dedo, notó su calorcito y la gran
suavidad de la piel. No era como el terreno que ella pisaba en tantas ocasiones.
El Niño sintió
que le hacía cosquillas y, aunque estaba dormido, hizo un movimiento
automático, sin despertar, pero que
atrajo más la atención de la Guapa
Señora.
La hormiga se vio
perdida pero pensó que no podía pasarle nada en medio de gente tan buena. Además
ella estaba diseñada por aquel Niño tan especial
y no podrían destruir su obra de arte. Y así fue. La Señora la cogió con cariño
la contempló sobre la palma de su mano, en donde ella estaba quietecita, y la fue a poner en el suelo
hacía su hormiguero.
Que emoción. Estaba deseando llegar a su hormiguero y
contarlo todo. Lo primero fue junto a la reina que le preguntó toda clase de
detalles y luego hubo asamblea general y , en gran silencio, escucharon su atrevida
aventura que tuvo un final feliz.
Luego todas querían también
ir al Portal, y comprobar de visu lo que
allí ocurría pues parecía ser tan importante. Pero las hormigas porteras y las
hormigas guardia civil impusieron la cordura y se contentaron con el hermoso
relato, pero esperarían alguna oportunidad para saber más cosas, pues aquel
Niño y sus padres eran verdaderamente un encanto y valía la pena saber algo más
de su vida y sus planes. Esperaban las hormigas que ellas también iban a ser
beneficiadas por la bondad de aquel Niño.
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