Este año, 2018,se cumplen los 75 años de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (1). Con tal motivo me parece oportuno ofrecer mi testimonio al respecto.
Me ordené de sacerdote con 23 años. Fue en aquellos años 60
cuando muchos estábamos desde niños en el seminario.
Recuerdo bien que quise ir porque algo me tiraba, y nadie me empujó o me obligó de alguna manera. Desde le principio lo tenía claro, por gracia de Dios.
Corcubión |
Recuerdo bien que quise ir porque algo me tiraba, y nadie me empujó o me obligó de alguna manera. Desde le principio lo tenía claro, por gracia de Dios.
En los últimos años del Seminario tuve la suerte de
encontrarme con sacerdotes del Opus Dei que venían a confesar al Seminario
Mayor y nos ayudaban espiritualmente.
Me gustaban sus consejos que tenía algo de nuevo y
evangélico. Su trato con nosotros era
cordial y amable.
También había otros seminaristas que se entusiasmaron con la
idea de
realizar la santidad en las circunstancias normales de la vida.
Luego fui de coadjutor
para Corcubión, que de aquella parecía que estaba muy lejos de Santiago.
Allí encontré un sacerdote mayor,
llamado D. Francisco, que era un santo
pero sin darse cuenta. Hay mucha gente
que aun lo recuerda. Me parecía a mí
en cierto momento que mi destino iba a ser estar espiritualmente solo,
pero tuve varios amigos que vinieron a verme o me escribían y mi amor al
sacerdocio iba en aumento.
Más tarde me hablaron
de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y, dadas las circunstancias que coincidieron en ese momento, vi allí la mano de Dios que me reforzaba en
mis ilusiones de hacer el bien, siendo
lo que era sin cambiar, sacerdote
diocesano. Fui a esta sociedad sacerdotal con fines espirituales con conocimiento de lo que hacía y con libertad y
alegría. Me pareció un descubrimiento nuevo del evangelio de siempre.
Pasaron los años y seguí recibiendo formación y
acompañamiento espiritual que personaliza esa formación. Nunca me dejaron solo
o metido en la rutina o el desánimo. Siempre hubo alguien que me ayudaba
con palabras de Dios y me encendía de
nuevo.
Vi lo estupendo que era el aire de familia que se respira en
los centros de reunión y me era de gran ayuda.
Me encantaban las tertulias,
lo mismo ahora, que eran entretenidas y al mismo a tiempo formativas. Me
gustaba y ayudaban las convivencias anuales en las que se descansaba, se hacía
deporte y al mismo tiempo mejorabas la formación.
Gracias a estar en esta sociedad con fines espirituales me
animé a ir a congresos, a hacer estudios, a ponerme al día con jornadas
diversas y fui manteniendo el calor
sacerdotal hasta el día de hoy.
Doy gracias el Señor por haber suscitado en la persona de S.
Josemaría Escrivá de Balaguer, hace ya 75 años,
esta atención a la santidad de
los sacerdotes seculares que hace
que nos sintamos de la diócesis cien por
cien, tratamos de obedecer y querer al propio obispo. Se siente, al mismo
tiempo, la fortaleza de seguir
evangelizando con creatividad y alegría hasta el último aliento.
La espiritualidad que he recibido es sólida: ser alma de
Eucaristía, amar a la Ss. Virgen,
trabajar de cara a Dios, hacer apostolado con constancia y fe, amar a la
diócesis y estar unido a su presbiterio.
Amplitud de miras con respecto a otros que también trabajan y hacen el bien. Apertura a todas las instituciones aprobadas por la Iglesia y que buscan la gloria de Dios.
Como nos podemos imaginar, conseguir esto, es tarea de toda la vida y hay que pelearlo día a día para realizarlo.
Amplitud de miras con respecto a otros que también trabajan y hacen el bien. Apertura a todas las instituciones aprobadas por la Iglesia y que buscan la gloria de Dios.
Como nos podemos imaginar, conseguir esto, es tarea de toda la vida y hay que pelearlo día a día para realizarlo.
En una ocasión un vecino comentaba que le gustaba lo que
hacía en la parroquia y como lo hacía,
pero tenía una pega: estaba relacionado con el Opus Dei. Otro, también vecino,
le respondió diciendo que quizá lo segundo era causa de lo primero.
Víctor Manuel Sánchez Lado
Párroco de S. Cayetano.
(1)
Tiene como fin fomentar la santidad de los sacerdotes seculares en el ejercicio de su ministerio al servicio de la Iglesia, según el espíritu y la praxis ascética del Opus Dei. Está compuesta por los sacerdotes incardinados en la Prelatura y por otros presbíteros incardinados en sus respectivas Iglesias particulares. Actualmente cuenta con unos 4.000 socios. Su presidente es el Prelado del Opus Dei.
Los clérigos de las diócesis que se adscriben a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz siguen incardinados en su propia Iglesia particular: dependen sólo de su obispo –nihil sine Episcopo, expresión de san Ignacio de Antioquía, que recordaba con frecuencia san Josemaría– y no están de ningún modo bajo la jurisdicción del Prelado del Opus Dei. (página del Opus Dei)
Tiene como fin fomentar la santidad de los sacerdotes seculares en el ejercicio de su ministerio al servicio de la Iglesia, según el espíritu y la praxis ascética del Opus Dei. Está compuesta por los sacerdotes incardinados en la Prelatura y por otros presbíteros incardinados en sus respectivas Iglesias particulares. Actualmente cuenta con unos 4.000 socios. Su presidente es el Prelado del Opus Dei.
Los clérigos de las diócesis que se adscriben a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz siguen incardinados en su propia Iglesia particular: dependen sólo de su obispo –nihil sine Episcopo, expresión de san Ignacio de Antioquía, que recordaba con frecuencia san Josemaría– y no están de ningún modo bajo la jurisdicción del Prelado del Opus Dei. (página del Opus Dei)
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