Estuve en una residencia de ancianos para visitar a varios
residentes. Les esperaba sentado en una butaca frente a la puerta que da a la
capilla. Por aquel pasillo pasa todo tipo de
gente, electricistas, enfermeras, monjas y desde luego ancianos.
En un momento dado me llamó la atención una anciana que al
pasar al lado de la puerta de la capilla, la entreabre un poco y le habla al Señor que
está muy cerca, en el sagrario del templo. Le cuenta cosas
personales, le da gracias por esperarle allí y termina rezando un padrenuestro.
Todo en voz alta de modo que no se enteraba
el que no quería.
Luego daba una vuelta y al volver por el mismo sitio hacía
la misma ceremonia sin importarle que estuviéramos por allí. Hablaba con Dios
con claridad, amor y sin reparos.
Yo me imagino al Señor contento por el cariño y desparpajo
de aquella anciana que actúa con libertad. Sólo le importa el Señor y siente
deseos de atenderlo pues, aunque no suele estar solo, sin embargo esos detalles,
como es asomar la cabeza y hablarle, seguro que le gustan y los agradece.
Es un buen ejemplo a seguir.
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