viernes, 8 de febrero de 2019

Mis encuentros callejeros



Desde mi casa, casa sacerdotal, hasta la iglesia,  tengo tiempo de rezar tres misterios del rosario si voy a pié, pero casi nunca lo consigo, pues encuentro a conocidos que no sólo saludan sino que quieren hablar.

 Hoy, a mitad de camino, me encontré con un Señor  ya mayor, de barbas y muy conversador. Hace todos los días el mismo recorrido y casi siempre nos encontramos a la misma altura de la calle. Esta vez le pregunté qué iba a hacer en esa mañana, y me dijo que al llegar a casa iría a la compra, mientras la “niña” iba a Misa a la Corticela. La niña es su mujer,  a quien cuida con gran esmero y cariño,  después de muchos años de matrimonio. Se ve que está enamorado.

Después encontré a un señor que es de Reus. Bueno en realidad es de Murcia pero estuvo su juventud en Reus. Venía de la compra y como otras veces me habló de sus muchos achaques.

 Ahí se cumple que cada uno habla de lo que le duele. Lo hace con gestos y, si hace falta, saca papeles. Me contó que, como había hecho deporte en su juventud,  eso le ha valido mucho para resistir sus varias enfermedades.

Luego encontré un matrimonio mayor que los veo pasar todos los días.  El  va un poco adelantado a su mujer como un metro o metro y medio. Se lo comenté y me dijo que iba delante tirando de ella, algo así a como hacen los ciclistas, que el que va delante tira de los otros.

Ya, por último, me encontré con un chico que paseaba a su perro. Le pregunté el nombre del perro y me dijo que se llama Klei, como Casius Klei, y tiene 10 años, pero anda con mucho garbo.

 Me comentó, ese chico,  la muerte de una persona que era muy conocida en el barrio y que le ha
bía dejado impresionado. A lo mejor,  Dios le tocó con esa muerte repentina y fue una gracia para  él.

Es verdad que la parroquia es una familia y nos interesamos por todo lo que preocupa a los vecinos. El otro,  importa.

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