Las
observaciones del mormón fueron para mí como un despertador. Yo he escuchado a
otras personas fuera de la Iglesia señalar el mismo punto: «Si vosotros,
católicos, creéis lo que decís que creéis…»
Francis
Phillips (autora)
Habiéndome
referido en mi último blog a la obra de Patrick Madrid, «Cincuenta cosas que
aprendí en mis primeros cincuenta años» (en Estados Unidos y en Reino Unido),
he decidido poner el foco en otro capítulo, por haberlo encontrado, al mismo
tiempo, fácil de entender y pleno de sabias reflexiones basadas en su propia
experiencia, que pueden ser también las de los lectores.
Madrid
cuenta que como apologista de plena dedicación, estaba dando una conferencia
sobre la fe católica, cuando un mormón le preguntó si podría hablar al final.
Durante su conversación, que fue sobre la Eucaristía y el Santísimo Sacramento
del Sagrario, el mormón le señaló: «Sinceramente, yo tengo la impresión de que
la mayoría de los católicos no creen lo que usted acaba de explicar sobre la
Eucaristía».
Madrid quedó sorprendido y pensó para sí mismo: «Como católico
creo que yo debería saber mucho mejor que lo que ese mormón pudiera saber sobre
lo que creen los católicos, en especial sobre algo tan central como la
Eucaristía». Pero el mormón siguió diciendo que él había asistido a varios
bodas católicas y a otras misas católicas y le puedo decir que los católicos
que he visto en ellas estoy seguro no parecían creer en lo que usted acaba de
decir sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía».
Y él
continuó: «He visto católicos yendo a comulgar mascando chicle… Algunos parecen
realmente aburridos. He visto a algunos que se van saludando por el camino al
altar». Y después de recibir la comunión, «parecen desinteresados e
indiferentes».
Lógicamente,
Madrid comenzó a sentirse muy incómodo, reconociendo que lo que le decía el
mormón eran casos muy frecuentes y que «la falta de respeto generalizada a la
presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento, es el resultado directo de
la generalizada falta de fe actual, era un verdad incuestionable.
El mormón
repitió su primera observación, diciendo: «No quiero ser irrespetuoso ni nada
por el estilo, pero creo que los católicos no creen en lo que usted cree sobre
este tema». Pero lo que dijo a continuación fue aún peor: «Si yo creyese lo que
usted cree… si yo realmente, de verdad, creyera que allí esta –de verdad- Dios
mismo y no un mero símbolo, yo caería al suelo, tendido sobre mi rostro y me
postraría así ante Él. ¡Yo estaría tan poseído de reverencia y adoración! Y
nunca he visto a ningún católico manifestar este respeto. Por ello, creo que
ustedes no creen lo que dicen creer».
Madrid
concluye que el mormón «había manifestado una verdad terrible con tanta
claridad junto con una precisión devastadora que fue lo único en que pude
pensar durante el resto de la conversación».
La «lección
de vida» que aprendió consistió en darse cuenta de que los católicos no siempre
edificamos y evangelizamos a los no católicos. «Podemos, incluso, dar mal
ejemplo y desevangelizar, aún sin quererlo, simplemente a fuerza de nuestra
total pereza, y la complacencia y satisfacción de nosotros mismos, junto a
nuestra falta de reverencia por las cosas santas.
Al final de
cada capítulo, Madrid añade el texto más apropiado de la Sagrada Escritura que
subraya la «lección» que ha aprendido. En este caso, el texto es: «Guardemos
la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia»
(Heb 12, 28).
Las
observaciones del mormón fueron para mí como un despertador. Yo he escuchado a
otras personas fuera de la Iglesia señalar el mismo punto: «Si vosotros,
católicos, creéis lo que decís que creéis…»
Lo que
nosotros católicos pretendemos creer es tremendo. La reverencia y el
recogimiento en Misa deberían guardarnos contra la idea de que ella es un
simple ejercicio rutinario del fin de semana.
Francis
Phillips
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