Tengo especial afición a conocer las posibles conversiones. Me gusta saber el motivo, el como aquella alma fue tocada por la gracia de Dios, aunque a veces sea difícil explicarlo.
Pues tuve la ocasión de conocer, endirecto, una conversión hace pocos días. Se trata de un señor, de esta ciudad que conocía desde hace algún tiempo que tiene su trabajo y su familia, que un buen día se convierte.
Llevaba más de 50 años sin pisar una iglesia, no quería entrar ni por curiosidad. Por tanto con ese alejamiento de Dios, su vida fue un poco un desastre.
Cuando me lo contó le pregunté si podía explicarme algo más, como por ejemplo cual fue el motivo de su conversión, qué fue lo que le movió a encontrarse con Dios.
“Si me lo puedes contar” … me dijo que era sencillo de contar, aunque lo que le pasó por dentro no sabe contarlo bien.
Pues fue de la siguiente manera: un día entró en la catedral y fue a parar cerca de un confesonario en el que había gente confesándose y de pronto le entró un deseo vehemente de confesarse él también, de dejar su vida allí y comenzar una vida nueva. Al mismo tiempo le vino otra idea, mejor seguir como estaba y no confesarse. Se dio cuenta que esa idea no era de Dios sino de nuestro común enemigo el diablo y después de una discusión interior se decide a confesar.
Salió de allí transformado con ganas de conocer más a Jesús, a Dios y de hacer el bien a otras personas y poco a poco se hace eucarístico, se enamora de la Eucaristía, de Jesús allí vivo y empieza a visitar a pobres y enfermos dándoles afecto y tratando de comprenderlos que también una forma de amar.
Y sigue así desde hace más de 10 años y con Misa diaria y confesión frecuente y feliz.
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