Me contaron del escritor Borges , que de un pequeño detalle
o de una observación insignificante, hacía un bonito artículo. Voy a tratar de
imitarlo aunque me quedaré lejos de su intuición
Hoy iba
en mi coche y me acerqué a un paso de
peatones sin semáforo. Es sabido que en ese caso el peatón tiene siempre
derecho a pasar. Pero hay muchas maneras
de pasar.
Los peatones que hoy me tocaron eran
tres o cuatro, y pasaron lentos, con el freno puesto, parecían tortugas cansadas y daba la impresión que se recreaban
en ir despacio, eran como lo morosos a la hora de pagar. Y ¿los coches? Allá ellos,
que esperen. Da tiempo a encomendarles sin prisas.
Otros en cambio, son diligentes, saludan al conductor como
dando gracias y siguen prontos para que el otro también pase cuanto antes. Hay
que agradecerles su atención.
Hay también quien lleva el teléfono y se pone a ver los
mensajes o a llamar y entonces no se preocupa de quien viene, incluso a veces, si encuentra algo
interesante en los mensajes, se para en
medio de la calzada, distraído en lo suyo, desde
luego no por mal, hasta que le llega un
bocinazo que le despierta.
Otros son precavidos, miran bien, hacen un estudio sicológico del conductor que se acerca, gradúan la velocidad
y tratan de entender la intención de parar o no del que viene hacia él y, cuando se ven seguros, echan a
andar. Son una buena imagen de la prudencia de la que se aprovecha algún que otro conductor.
Por fin hay también quien entra en el paso de cebra sin
mirar. Lo hacen adrede y que el conductor se las arregle. Y claro el conductor
da un frenazo, ya que no tiene más
remedio.
Me contaron que en
una ciudad, no había esos pasos para peatones
y en una ocasión iba un anciano por una acera y otro por la acera de
enfrente. El que quería cruzar le preguntó al otro como había pasado a aquella acera. La respuesta
fue: es que yo he nacido en este lado.
Yo pasé una vez o varias, como peatón, en rojo, había semáforos. Miro para un lado y para el otro, no viene nadie y paso sin más. Sin
embargo recibí varios reproches. Un señor, alemán de origen, me dijo: Eso en Alemania no se hace aunque
sean las 4 de la madrugada y no venga nadie, se espera el verde. Otra vez fue un portugués que me reprochó diciendo: qué dirán los jóvenes al
ver su mal ejemplo. Una vecina me ve desde
la ventana de su casa y me regaña con frecuencia cuando me encuentra. Pero todo
esto, ya sería otro capítulo.
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