Los lunes voy a la catedral a un encuentro con peregrinos.
Es a última hora de la tarde. Con los peregrinos hacemos una oración
itinerante. Quizá, por este año, esta ha sido la última oportunidad que lo hago, pues
ya empiezan a escasear los peregrinos en octubre.
En esta ocasión estaban peregrinos de Zaragoza, Valencia, Ecuador
en incluso una joven de Chicago que no entendía mucho, pero estuvo a todo.
Comenzamos por la capilla de la comunión o del Corazón de
Jesús. Agradecemos a Jesús su presencia real y
meditamos sobre la Ssª Eucaristía. Allí hay una frase en latín venite ad me omnes…: venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré.
Palabras que dan para un comentario. Es bueno saber que alguien nos llama y
promete ayuda.
Luego se comenta el corazón en llamas y coronado por una
cruz, lo mismo que las palabras del evangelio allí escritas: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo
unigénito”. También hay en la misma capilla una imagen de la fe con el cáliz y la hostia y una columna
al lado. Se presta para hablar de la confianza en Dios y la seguridad que nos
da la fe.
Después se pasa a la cripta en donde presentamos nuestras
peticiones al Apóstol. Allí dejamos en sus manos a tantas personas por las que
tenemos que pedi. Algunos hacen su petición en voz alta.
Nuestro recorrido va luego
por la puerta santa que es explicada y también vamos a la capilla del Pilar. Allí hacemos nuestra
oración con el Apóstol Santiago que agobiado y desanimado es consolado por
María.
Buen camino es siempre María. En esa misma capilla están santo domingo
de Guzmán y Santo Tomás. Que dan pie para explicar la importancia de la
formación.
Y ya por último al Pórtico
de la Gloria en donde nos unimos
interiormente a los peregrinos de tantos sitios que allí, ante el parteluz que contiene la genealogía de Cristo, hacen un acto de fe: yo creo, yo creo, yo
creo.
Al final bendición y
foto.
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