Estoy en una parroquia en la que, desde hace bastantes años, hemos tenido trabajando en la pastoral a seminaristas, especialmente del Colegio Internacional Bidasoa. Suelen venir
en los meses de verano, pero también, algunas veces, en la Semana Santa.
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Luciano Franquin acolitando en una misa de confirmación |
En una ocasión tuve
un seminarista de Santiago durante todo el año, pero de donde vienen
más es del Seminario internacional
Bidasoa que está en Pamplona. En dos ocasiones, vinieron de Roma.
Allí, en Pamplona,
tienen clases en la facultad de teología y se preparan para el sacerdocio para luego estar dispuestos a lo que les diga
su obispo.
Por aquí, en cosa de 15 años, han pasado unos 30 de muchos países,
como China, Brasil, México, Perú,
Argentina, Uganda pero sobre todo de El Salvador. De esta nacionalidad han
pasado unos cuantos.
El plan que tengo con ellos es sencillo: hacer lo que yo
hago y así no me complico discurriendo lo que voy a darles de trabajo. Si yo
rezo, ellos también, si visito a sacerdotes
lo hacen conmigo, si voy a una reunión ellos me acompañan…
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José Manuel Salazar con la custodia adornada |
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Han sido de mucha ayuda en la labor,
especialmente en las exposiciones que hacemos
todos los años, tanto en montarlas como luego en explicarlas a los visitantes.
Sus conocimientos de informática han sido muy útiles a la hora de encontrar
datos y de hacer paneles explicativos o carteles de propaganda.
En mi casa tengo recuerdos de su paso por estas tierras. Así
tengo un cuadro de la catedral de El Salvador. Tengo también una foto grande de
Mons. Oscar Romero, ahora beato, y todos escriben en el libro de Oro de la
parroquia alguna reflexión que me sirve de recuerdo.
Cuando voy a ver compañeros sacerdotes, estos se alegran de
ver como hay jóvenes entusiastas de ser sacerdotes. He visto a más de uno de
estos párrocos, emocionarse con los
seminaristas y hacer con ellos grandes
confidencias de su vida sacerdotal.
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En la isla de la Toja |
Cuando el sacerdote
vive con una hermana, suelen invitar a jamón y queso
con algo de beber y
a los chicos, como son jóvenes,
no hace falta insistirles mucho para que
accedan a
la invitación.
Hay unas visitas que, estando en Santiago, son obligadas y que distribuimos un día cada semana para hacerlas. No puede
faltar ir a Finisterre o visitar la casa de la Virgen en Pontevedra o también
visitar parroquias del camino de Santiago llamado francés, para hablar con los párrocos que atienden a peregrinos y aprender de su
experiencia.
Con alguno fui a ver sacerdotes enfermos hospitalizados,
haciéndoles pasar un rato agradable en medio de su enfermedad. Estas visitas
hacen bien al seminarista y al enfermo.
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Jorge Alvarado en Pontevedra |
A la hora de comer solemos hablar de lo que nos ocurrió
durante el día aunque parezca insignificante. Recuerdo una vez que
fui a ver a un sacerdote en su parroquia y me
preguntó qué tenía que contar. Yo le dije que no tenía nada interesante que
contar y él me contestó
rápido:
entre amigos, todo es interesante. Este
criterio lo aplico también con los seminaristas y por eso les provoco a contar
los sucesos del día.
Una actividad que les gusta mucho es ayudar en la vigilia de
las noches de los lunes a los peregrinos que van a la catedral. Allí también
intervienen los seminaristas en las explicaciones que nos sugieren las imágenes
o el arte que vamos viendo.
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Luis Enrique en la casa de la Virgen |
También les animo a escribir en el blog de la parroquia y
que hagan prácticas de periodismo.
Al
principio les cuesta,
pero luego van cogiéndole gusto a escribir y a
comunicarse y hacen unas redacciones magníficas que son muy visitadas. Un
Seminarista de El Salvador sabía mucho de frutas de su tierra, conocía los
nombres y propiedades. Al darme cuenta,
le pedí una redacción creyendo que sería algo
pasajero, pero
no fue así, es de los
artículos más visitados aún bastante tiempo después de ser escrito.
La liturgia la observan con esmero, quizá fruto de la experiencia del Bidasoa. El
modo de moverse en torno al altar, las ceremonias, los detalles de la
celebración y algo que a veces nos cuesta, recoger todo ,al terminar, y dejarlo
en su sitio. Todo esto lo hacen con diligencia.
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Damiao con su obispo en el aeropuerto de Santiago. Saluda a Lucila |
La gente de la parroquia los observa con simpatía y
curiosidad. Les traen pequeños regalos y muchas personas piensan en hijos suyos
de esa edad y como les gustaría que fueran como esos chicos.
Cuando se van, se despiden en la Misa del domingo pidiendo
oraciones y les hablan de su seminario que tanto les ha ayudado a ser de Dios y
al que están agradecidos.
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Luciano Franquin y Alan Nascimentp |