viernes, 13 de noviembre de 2015

Contrastes



Regresé a casa a las 12 de la noche, después de atender  una vigilia de la Adoración nocturna: Charla, vísperas, Misa y adoración.
Pasé por una calle en donde hay un cine. Al ir a la adoración vi por allí una cola de  unos 100 metros,  de gente muy joven,  que esperaba pacientemente para entrar.

Me entró la curiosidad y pregunté a dos que estaban sentados en el suelo fuera de la cola, que película había que fuera tan interesante. No era una película sino un cantante.

Pude darles interiormente una bendición a todos, pero no me acordé. Pensé más bien en mis reuniones con jóvenes,  en las que desde luego no hay semejantes colas. Ya me gustaría.

Pero el contraste fue ver poco más adelante a un sin-techo que conozco, acostado, tapado con una manta, que se guarnecía en los recovecos de un banco cercano, un edificio moderno que a esa hora no tiene vigilancia.


Dormía plácidamente,  indiferente a su entorno, sin complejos. Pensé en tantos que tienen  buenas camas y el calor de una casa,  pero que no son capaces de dormir. Dios reparte sus dones.

Con este señor hable varias veces y me contó su historia y también lo que le dice a la gente que  le hace encuestas. Sus reflexiones suelen ser sensatas y pensadas.

En una ocasión llegó a mi despacho dando gritos: ¡me muero! ¡Me muero! Tenía mal aspecto y todo podría ser.
Yo le dije, si te mueres y vas a presentarte delante de Dios, tendrás que confesarte. No vas a ir así.  Me dio la razón y se confesó.

 Luego marchó contento y supongo que en  el cielo, su Padre Dios,  también quedaría contento con ese hijo suyo,  a quien  también quiere y mucho.

 Con estos pensamientos, me fui a la adoración y estuve de animada conversación con el Señor.


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