Falleció D. Juan en
Santiago en la Casa sacerdotal. Arrastraba una grave enfermedad desde varios
años. Recibió los auxilios espirituales de manos del director de la casa D. Ricardo
Viqueira.
Parroquial de El Pindo |
Nació en Lira el 13-6-1931 y se ordenó de sacerdote el 24-6-56. Yo
lo recuerdo siempre en el Pindo. Vivía al lado de la carretera que va de Muros a Finisterre y a un paso de la iglesia. El rumor
del mar le llegaba a la casa como para arrullar sus sueños pastorales.
Pasé en varias ocasiones por delante de su casa camino de
Finisterre, muchas veces con seminaristas del seminario internacional Bidasoa que llevaba de excursión,
y siempre parábamos a saludarle. Me gustaba que los seminaristas vieran a un
cura que era un verdadero amigo y nos trataba con inmenso cariño y además era alegre.
Últimamente apenas podía hablar y nos decía en voz muy baja
que rezáramos a la Virgen por él. Era muy devoto de la Virgen como todo
sacerdote. Desde luego que rezábamos por él pues él también lo hacía por
nosotros.
Le invité en una ocasión a ir a Roma, era el Jubileo del
Clero. Le llamé por teléfono y me contestó que tenía que pensarlo, no le
insistí más pero al cabo de 4 años le volví a llamar para ir a Roma a una
canonización y le pregunté si ya había pensado
ir a Roma. Se echó a reír y me explicó lo mal que estaba.
Se valía de un vecino para las lecturas de la Misa para no
tener que esforzarse y seguía atendiendo las parroquias gracias a ese sistema. Finalmente
tuvo que venirse a la Casa Sacerdotal en donde le podían atender mejor, en el aspecto médico al menos.
Tenía D. Juan un gran corazón y esto le hizo grande. Quería mucho a los sacerdotes y a la
gente de sus pueblos, que conocía bien y
sabía de sus preocupaciones y estoy seguro que sabia incluso el nombre de sus
perros.
Le visité varias
ocasiones en la Casa sacerdotal. El último día, hace un mes o dos, le encontré en la butaca medio
dormido, empecé a meterme con él y al conocerme se fue incorporando y me
hablaba más por señas y gestos que con palabras, me cogió con cariño de las
manos, que no me las soltaba como queriendo alargar la despedida. Se alegró de verme y yo también me alegré de haberle arrancado una sonrisa en
medio de sus fatigas.
Sus parroquias y la
diócesis perdieron un gran sacerdote, cumplidor y que derramó misericordia
en toda persona que encontraba en su camino.
A él se le pueden aplicar las palabras del Papa Francisco.” La
fecundidad es muchas veces invisible, no puede ser contabilizada, pero uno
sabe bien que su vida dará frutos,
pero no hay que pretender saber cómo, ni
dónde ni cuándo. Tenemos la seguridad de que no se pierde ninguno de sus
trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras
por los demás, no se pierde ningún acto de
amor a Dios…
Que la Virgen nuestra querida madre de los sacerdotes, lo acoja y le lleve ante
la Trinidad Santísima. Descanse en paz.
Víctor M. Sánchez Lado
párroco de S. Cayetano
No hay comentarios:
Publicar un comentario