Jesús perdonaba los pecados a los que se le acercaban y
sigue haciéndolo a través de la historia, con el sacramento de la confesión que nos
limpia por dentro.
Hace pocos días, un
voluntario, fue a una zona de la iglesia de S. Juan que casi nunca se va y que
da a una reja de la calle y estaba llena de palos, papeles y otros restos.
Llevó una gran bolsa
que llenó de aquellos restos y con ella, todo al contenedor.
En la foto se ve lo bien que quedó, aunque falta
ver como estaba antes, pero después de 25 años ya os podéis imaginar.
Así es la confesión. Los pecados se van acumulando y nos pesan y
afean aunque estén ocultos, pero, con la confesión bien hecha, desaparecen por la fuerza del perdón de Dios,
y parecemos, y somos, otros.
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