Un día, hace algún tiempo, estaba con un amigo y como le vi
muy contento, le pregunté la causa de tanta alegría. Con toda sencillez me
dijo, “es que mi mujer, me quiere”.
El sentirnos queridos es fuente
de alegría, nos pueden costar otras cosas, pero la alegría, a pesar de todo, abunda en
nosotros.
Lo mismo nos pasa en el aspecto espiritual. Cuando nos sabemos
profundamente queridos por Dios, eso nos lleva a la alegría y aunque tengamos
tribulaciones no nos importa, porque Dios nos quiere. Los mártires iban al
suplicio con alegría, a veces cantando.
Quizá sea por eso que
en la Palabra de Dios aparece tantas veces la declaración del amor de Dios por
nosotros.
Crucero de Fisterra |
También creo que el éxito de tener la cruz a la vista en tantos
sitios, es para recordarnos el amor de Dios,
que está por encima de todo lo que nos pueda suceder. Yo podré ser malo, pero Dios me ama.
Como dice S. Pablo, en una de sus cartas, a veces vemos el amor de Dios y otras no lo
vemos pero creemos en ese amor.
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