jueves, 23 de julio de 2020

La catedral de Nantes



Vi  con asombro la noticia del incendio de la catedral de Nantes. Se perdieron cosas muy valiosas como el estupendo órgano o las vidrieras.

 Eso es lo que se ve a primera vista, pero también se perdió la presencia eucarística de Jesucristo  en el sagrario, pues si no le tocó el incendio lo quitarían, y se perdió  un lugar en donde resonaba la palabra de Dios o donde  había gente que se reconciliaba con Dios.
Los bomberos trabajan para controlar las llamas en la catedral de Nantes (Francia), este sábado. Las llamas que a primera hora de la mañana salían desde el rosetón de la catedral de Nantes reavivaron los peores temores de los ciudadanos de esta ciudad occidental francesa y de todo un país, que aún tiene en la retina el devastador incendio de Notre Dame de París el 15 de abril de 2019.
Dicen que pudo venir el incendio desde alguien que  no necesitaba la llave para entrar o que tal vez se escondió dentro. Porque las puertas no estaban forzadas. Quizá el enemigo estaba dentro.

Me parece todo un símbolo de lo que pasa hoy con mucha gente. Son catedrales, tienen grandes tesoros dentro, como la fe,  la gracia de Dios, la caridad, pero el enemigo se ha colado dentro de sus vidas  y ha provocado un desastre. Sólo queda la fachada y poco más.

Pero nos podemos recuperar y estar como antes: para eso está el gran sacramento de  la confesión que nos restaura plenamente.

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