1.- Gritos que a mi me impresionaron:
El grito de Jesús en la Cruz. Fue por nosotros.
Es como un último intento de evitar el peligro de que nos perdamos para
siempre.
El grito de Pablo VI en el aula Nervi cuando por Europa se hablaba de la presencia
real con otros significados. Gritó: ESTÁ, ESTÁ AHÍ. Se refería a la presencia real de Jesús en la Ss.Eucaristía.
Juan Pablo II en Santiago da a Europa un grito de amor:
Vuelve a tus raíces, sé tú misma…
Un predicador de la Catedral contando la historia de Nahamán, que no quería bañarse en el jordan como le decía el profeta, lo
aplicaba a la confesión, y gritaba: “Nahamán de turno, no pongas pegas a Dios”. Aquellos
siete baños en el Jordán son símbolo de los
siete sacramentos.
2.- y ¿Jesús presente y vivo
en la Eucaristía, grita?
Para escuchar un grito hay que tener oído y para escuchar un
grito espiritual hay que tener oído
espiritual
Ver si nuestro oído está despierto o está
atrofiado y luego acercarse
físicamente al sagrario y ponerse a
escuchar ¿qué me gritas?.
El rasgo
diferencial que distingue al pueblo de Israel de los otros pueblos es que el
Señor le ha abierto el oído: “mañana tras
mañana (el Señor) despierta mi oído para escuchar igual que los discípulos”(
Is. 50,1); de ahí que el primer
mandato de Yahvé en el desierto se concentra en la primera palabra, Escucha
Israel.
Lo que diferencia al impío del creyente es escuchar. Jesús en el sermón de la montaña añadirá un elemento más, escuchar y poner en práctica.[1]
Lo que diferencia al impío del creyente es escuchar. Jesús en el sermón de la montaña añadirá un elemento más, escuchar y poner en práctica.[1]
El beato Manuel González escuchó un grito que no le dejó descansar en
toda su vida y fue el grito del abandono y la soledad de los sagrarios de tantas
iglesias. Lo contó y lo explicó y está de distintos modos en todos sus
escritos. Eh aquí sus palabras:
Tengo la persuasión firmísima de que prácticamente el mayor mal de todos los
males y causa de todo mal, no sólo en el orden religioso, sino en el moral,
social y familiar, es el ABANDONO DEL SAGRARIO.
Si no hay otro nombre en el que pueda haber salvación fuera
del nombre de Jesús. Si la sagrada Eucaristía, adorada, visitada, comulgada y sacrificada, es la
aplicación de esa salud y por tanto, la fuente más abundante de gloria para
Dios, de reparación por los pecados de los hombres y de bienes para el mundo,
el abandono de la sagrada Eucaristía,
al cegar la corriente de esa fuente,
priva a Dios de la mayor gloria que de los hombres puede recibir y a éstos
de los mayores y mejores bienes que de Dios pueden esperar.
La
respuesta a este abandono son Las Marías de los sagrarios o la Unión Eucarística
Reparadora (fundación de S.Manuel González). Que está llamada a abrir parroquias cerradas, fomentar
la comunión frecuente, llevar compañía a Jesús, ayudar a los párrocos en la catequesis y en la
organización de lo que ellos necesiten: conferencias, convivencias, limpieza etc.
Basta con dos o tres personas de esa parroquia que quieran ayudar y adorar y ya se puede empezar.
Basta con dos o tres personas de esa parroquia que quieran ayudar y adorar y ya se puede empezar.
Insiste el
beato Manuel González que hay que comulgar
bien y a diario. Va poniendo ejemplos de ricos, de familias, de hombres que
si comulgan bien y a diario, todo va
bien.
Hay que enseñar a comulgar bien, porque hay deformaciones,
hay que enseñar a confesar bien, sin rutinas reavivando el dolor y propósito.
..si dejamos el sagrario, viene el abandono y el poder Comulgar BIEN.
Primero adorar,
reconocer que allí está Dios. Adorar al entrar en la iglesia con una honda
genuflexión. Que Jesús sea el centro, lo primero. Todo lo demás es secundario.
Sobran otras conversaciones.
No se puede recibir bien a Jesús si antes no se le adora, porque adorándolo sabemos mejor a quien recibimos. Nos preparamos a la comunión viviendo bien la Misa, dando verdadero significado a los ritos p.e. hacer bien el ofrecimiento, dar bien la paz deseando perdonar a los que nos han hecho mal, unirnos a los actos de humildad antes de la comunión.
Y luego cuando ya estamos en la fila ir haciendo actos de fe, esperanza y caridad. Luego unirnos a Cristo muerto y resucitado, a sus sentimientos, sentirnos uno con Él y unirnos a sus deseos, a sus ansias de redención. Por último, al terminar la misa, quedar un poquito dando gracias.
No se puede recibir bien a Jesús si antes no se le adora, porque adorándolo sabemos mejor a quien recibimos. Nos preparamos a la comunión viviendo bien la Misa, dando verdadero significado a los ritos p.e. hacer bien el ofrecimiento, dar bien la paz deseando perdonar a los que nos han hecho mal, unirnos a los actos de humildad antes de la comunión.
Y luego cuando ya estamos en la fila ir haciendo actos de fe, esperanza y caridad. Luego unirnos a Cristo muerto y resucitado, a sus sentimientos, sentirnos uno con Él y unirnos a sus deseos, a sus ansias de redención. Por último, al terminar la misa, quedar un poquito dando gracias.
Esta es la
revolución desde arriba.
3.- ¿Hay OTROS GRITOS?
Para oírlos es necesario acercarnos a Jesús en la Misa y en
el sagrario y contemplarle despacio (orar reposadamente y con frecuencia) , sin
prisas, ver los signos de que está rodeado, conocerle mejor y escuchar. Hay que
decir que Jesús también tiene corazón, siente los detalles de cariño y también
las faltas de respeto y abandono. A veces pensamos que es insensible, y no es
así.
Hay una
Carta apostólica de Juan Pablo II que debiéramos leer todos. El titulo es Mane
nobiscum domine en la que anuncia el año 2004-2005 como año de la Eucaristía. Ahi también hay gritos que llegan hasta nuestros días.
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