Hace muy poco tiempo fui a ver a un sacerdote mayor, ya jubilado y emérito, al que deseaba oírle un buen rato pues le gusta mucho hablar. Fui con dos seminaristas mayores que me acompañaron. El sacerdote nos esperaba junto a la iglesia a la que va todos los días a rezar especialmente a la mañana.
Nos explicó un poco la iglesia y luego nos llevó a los alrededores en donde hay un bonito campo rodeado de sombras y que tiene juegos para niños y jóvenes. Nos contaba que a veces se sentaba en uno de aquellos bancos a pasar un rato tranquilo disfrutando de la naturaleza.
Cuando ya volvíamos para despedirnos y a punto de coger el coche, le pedí oraciones y la bendición para aquellos dos jóvenes.
Se ve que no lo esperaba y se aturrulló un poco. Los seminaristas estaban de rodillas y esperando la bendición, y, entonces, le salió una bendición en latín que se da al incienso cuando se pone sobre las brasas del incensario. La bendición es esta, Ab Illo benedicaris in cuius honore cremáberis, que traducido quiere decir: que Dios te bendiga y que seas quemado en su honor. Y luego hizo la señal de la Cruz.
Al llegar a casa les expliqué aquella singular bendición que fue la del incienso, pero que no estaba mal si se aplica a las personas, pues pide que nos sacrifiquemos incluso hasta dar la vida por el honor de Dios.
Les pareció bien la interpretación, pues dar la vida por el Señor es para todos un honor.
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