Una palabra que empleamos los cristianos al hablar sobre nuestra patria verdadera es que somos “peregrinos” en esta tierra, que, por don y misericordia de Dios, Creador, se nos concede vivir mirando al cielo.
Somos peregrinos y vamos, en compañía y ayuda de María, los santos y ángeles, al Reino prometido.
He realizado el Camino de Santiago Portugués desde Tui, haciendo cinco etapas: desde el 19 de agosto hasta el 23, con un compañero de Guatemala; y yo, que antes no dije mi nombre y país, soy Harold Gabriel Lanuza, seminarista de Nicaragua. Ambos nos formamos en Navarra.
La peregrinación del Camino de Santiago es algo que me hacía ilusión realizar desde hace unos años que vine a España y este verano se me concedió pasar una experiencia pastoral en Galicia, dos meses en Budiño-Porriño con don Juan Luis, sacerdote diocesano, de la diócesis de Tui-Vigo y una parte de agosto en la parroquia de san Cayetano en Santiago con don Víctor Sánchez, el cual me permitió, por generosidad, llevar a cabo mi ilusión, junto con el permiso de mi Seminario.
Ciertamente no caminé a solas, digo, sin ninguna intención, sino con muchos propósitos y deseos que quería que Dios pusiera en mi alma y vocación, entre otras particulares.
Quiero destacar una expresión que me dijo don Víctor: “que cada paso de tu camino sea un acto de amor a Dios” y yo añadí a eso: “y por la conversión y salvación de muchas almas”. Intención que mantuve en todo mi recorrido, aún en el cansancio de los muchos kilómetros realizados en cada unos de los días.
Cada día al terminar una etapa, además de conocer muchos peregrinos, sentíamos la necesidad de estar a solas con Dios en la intimidad y el silencio, que es donde Dios nos puede hablar y donde mejor podemos escucharle; vivíamos la santa Misa con mucha entrega y recogimiento y durante el avance del caminar rezábamos las cuatro partes del rosario, además de oraciones personales y las intenciones que a Dios poníamos en sus manos con un amor y esperanzas continuas.
Por la situación de la pandemia los albergues públicos se llenan rápido, por sus limitadas plazas actuales, e incluso los privados no tienen más lugar para alojar a quienes van donde el Apóstol.
Nosotros apenas logramos dormir en dos albergues, en Caldas de Reyes y Padrón; el último gracias a la caridad del párroco don Roberto, que nos consiguió unos lugares en un albergue frente a su parroquia.
Pero las tres primeras noches tuvimos que volver a Budiño a pasar la noche a la casa rectoral que don Juan Luis nos facilitó en su parroquia. Dije que volvimos, pero no andando, sino en coche gracias a la amabilidad de David Faraldo, al que le estamos agradecidos y mencionar, también la entrega incondicional a Dios y su servicio, de Rossa Salomón y su familia, la que nos atendió y nos acogió como hijos suyos y la que, por su amor, nos compartió cenas inolvidables y por la cual pido a Dios todos los días.
Y al final, puedo deciros que Dios “es rico en misericordia y bondadoso con sus hijos”.
Los frutos y peticiones hechas a Dios en el Camino de Santiago los he ido viendo en estos días posteriores. Y don Víctor me preguntará, ¿hay milagros en el Camino de Santiago? A lo que respondo positivamente y uno de ellos iba incluida en una petición por un compañero y amigo sacerdote que estaba grave con Covid19 en México y que le dieron de alta a los pocos días.
Me encomiendo a vuestras oraciones por mi perseverancia.
Dios os bendiga.
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