miércoles, 5 de junio de 2013

Fernando Olmedo (3)

Fernando Olmedo será beatificado el 13 de octubre en Tarragona. Fue bautizado en la Parroquia de San Miguel dos Agros que está organizando una peregrinación a esa beatificación. Este es el tercer capitulo  de su vida que publicamos en este blog.

Apóstol seglar-Unas bofetadas-La Conferencia de San Vicente de Paúl-El Círculo Católico-Paladín de la verdad en la prensa.

Cualquier persona que hubiera conocido sólo superficialmente al siervo de Dios, vestido el hábito religioso, jamás hubiera sospechado que el padre Fernando había sido un gran apóstol de la religión y de la caridad, ya de estudiante, ya de abogado, como efectivamente lo fue. Jovencito aún, pertenecía a casi todas las asociaciones pia­dosas, en las que trabajaba con mucho celo y siempre con cargos en las directivas, que él desempeñaba con capacidad y perseveran­cia, especialmente terminados los estudios de bachillerato y leyes. Asimismo ingresó en la Venerable Orden Tercera de San Francisco.

Se celebraba en cierta ocasión solemnísima novena en honor de la Inmaculada en la parroquia de Santa María, de Pontevedra, por cierto muy concurrida. Algunos mozalbetes de la calle se permitie­ron el lujo irreverente de repartir, frente a las puertas del templo, hojas injuriosas para la Madre de Dios y Reina de la Pureza. Jóvenes católicos se acordaron indudablemente en aquella ocasión del lance del humildísimo y manso Maestro ocurrido en el templo de Jerusa­lén, cuando lleno de divina ira volvió por el honor de la Casa de su Padre, convertida en cueva de ladrones, cuando debería ser Casa de alabanza y de oración. Por eso, ellos se opusieron al reparto de aquellas hojas, llegando a las manos los dos grupos, católicos y libre­pensadores, tocándole a Fernando enfrentarse con el que capitanea­ba este grupo.

La obra predilecta de Fernando fue la Conferencia de San Vicente de Paúl, para asistir y consolar a los menesterosos. Él no se contentó con que figurara su nombre en las listas de miembros de la Conferencia, ni tampoco con depositar su óvolo mensual, sino que personalmente visitaba a pobres y enfermos, llevándoles los consuelos de la religión y el socorro material. «Su ardiente espíritu de caridad, dice uno de sus más íntimos amigos, su natural modestia y humildad -prototipo verdadero de caridad cristiana-; su amor a los pobres y su encantadora dulzura resplandecieron elocuentemente en todos sus actos. Sabemos de sus edificantes visitas a familias menesterosas, a las que prodigaba consuelos inefables y socorría con largueza, inspirando viva simpatía su presencia en hogares torturados por el dolor, que enseña, purifica y eleva.» (Javier Vieira Durán.)

Cuando el siervo de Dios se trasladó a Madrid
para preparar el doctorado no cambió de conducta, sino que en seguida, también en dicha ciudad, dio su nombre a las Conferencias de San Vicente. Sus compañeros le consideraban como hermano mayor, y habiendo observado que en determinadas horas del día faltaba siempre de la casa, sin que nadie supiera dónde iba, le siguieron la pista, hasta que un día vieron que por su cabeza se paseaba tranquilamente un parásito, deduciendo ellos que le había cogido visitando buhardillas de pobres menesterosos. carentes aun de lo más indispensable exi­gido por elemental higiene.

Funcionaba en Pontevedra por aquel entonces un Círculo Católico para atraer a los obreros, grandemente solicitados por otro Centro disolvente y anticristiano. De dicho Centro fue también alma y vida Fernando, llegando a ocupar la presidencia del mismo, siempre con la acostumbrada responsabilidad y competencia, especialmente tra­bajando en las escuelas nocturnas para adultos, sostenidas por el Círculo Católico. En dicho Centro dio conferencias literarias y doctrinales, y de divulgación científica, asociando a esta labor a otros intelectuales de gran significación en la intelectualidad. Tanto con la palabra como con la pluma fue un gran propagandista católico sereno y ponderado, haciéndose entender de las clases menos doctas, que eran las más necesitadas de religiosidad y de cultura.

Ozanan, fundador de las
conferencias
 de S.Vicente de  Paul
«Amante de la clásico, de lo castizo, de lo español, sentía fervorosamente los grandes ideales de la Fe y de la Patria, y tenía como acusadas características acrisolada caridad, sencillez y dulzura, modestia y humildad cristianas, apostólico celo, alto significado mo­ral; alumbraba y fortalecía las almas en el ejercicio de su sagrado ministerio... Diríase que vivía en las alturas excelsas de los espíritus elegidos... Aquí en Pontevedra residió los años floridos de su juven­tud; con él convivimos en corporaciones y entidades artísticas, be­néficas, literarias y de carácter social y religioso. Fue elemento en­tusiasta de la brillante rondalla presidida por Torcuato Ulloa e integrada por universitarios, profesores de música, periodistas  y funcionarios del Estado. Ocupó la presidencia del Ateneo de la Juventud Católica y del Círculo Católico de Obreros, en donde actuaban personalidades del Foro, de la Cátedra, del clero secular y regular. Laboró por desterrar la blasfemia, fomentar las buenas lecturas, apartar de las bibliotecas el libro pornográfico... Orador forense reposado, concienzudo razonador de firme dialéctica y correcto decir, su palabra estaba bañada de la sugestiva elocuencia de la verdad. Figuró también en la Junta de gobierno de la Cocina Económica, aportando generosas iniciativas en favor de dicha benéfica obra. ­Nos dejó el recuerdo de sus acciones y el ejemplo de sus virtudes. Su vida deslizóse limpia e inmaculada, como puros eran sus sentimientos y su amor a Aquel de quien emana toda luz, toda justicia, toda bondad.» Así nos presenta al padre Fernando seglar un condiscípulo suyo, el señor Javier Vieira Durán.

Otra de las armas por él valientemente esgrimidas en pro de la verdad y en defensa de los principios religiosos y morales fue la prensa. El joven Fernando fue periodista por un imperativo de conciencia que le impulsaba fuertemente a la defensa de tan bellos, nobles y sobrenaturales ideales. Por eso, aprovechando afanosamente el tiempo, colaboró en los periódicos El Pensamiento Galaico y El Alcance, de Santiago, y como redactor-jefe, en los netamente católicos, de Pontevedra, El Criterio Gallego y El Ancora. En ellos desarrolló fecunda labor en bien de la religión, teniendo que luchar y sostener polémicas con los periódicos librepensadores que en aquella época ostentaban gran preponderancia.


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