Las palabras son como las personas, pueden ser sanas o
enfermas. Pueden acabar de nacer o estar ya envejecidas.
S. Pablo a Timoteo le aconseja que sus palabras sean sanas o
que estén de acuerdo con la sana doctrina, que viene a ser lo mismo.
A veces el que esté extendido un modo de ver la vida no por
eso quiere decir que sea sano. Es como la gripe, no deja de ser gripe porque
una gran parte de la población la padezca.
Podíamos poner algunos ejemplos de palabras enfermas, desde luego muchos ejemplos de palabras sanas.
Se ha extendió entre
algunos que las mujeres que quisieran
podrían recibir el orden sacerdotal
o que el matrimonio no tiene que ser
como antes o que los curas debieran casarse etc. A mí me parecen palabras
enfermas pues no están de acuerdo con la sana doctrina.
Y el que sabe de esa
buena doctrina es Jesús, el Hijo de Dios y por tanto lo que él ha previsto para
salvación o para el bien del hombre, es lo bueno. La Iglesia por él fundada
guarda esa doctrina, que se llama depósito de la fe, con mucho celo para que llegue intacta hasta
el fin de los tiempos y transmite lo que Jesús nos ha enseñado, porque eso es lo que salva.
Si hay situaciones nuevas las estudia, reza y da soluciones que concuerden con esa doctrina.
Si hay situaciones nuevas las estudia, reza y da soluciones que concuerden con esa doctrina.
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