Un médico visitaba a
un conocido mío, enfermo, no con mucha frecuencia. Pero cuando iba decía,
hoy voy a ver a Dios. Lo decía porque
cuando conversaba con ese enfermo, una persona muy mayor, sentía estar con
Dios. Tenía la seguridad de que Dios le hablaba a través de aquella persona.
Ese enfermo tiene una algo especial que cuando
hablas con él, da la sensación de que
está viendo a Dios, lo apreciamos en su sonrisa, en sus palabras. Incluso hay otras personas que conviven con él, que le van a ver y le dicen: háblanos de Dios. No cansa oírle hablar de Dios.
Es algo que debería pasar con cualquier seguidor de Cristo,
pues estamos unidos a él y le hacemos presente en donde quiera que estemos. Pero
esto, le ocurre a unos más y a otros menos. Supongo que dependerá del carisma de cada uno y de la unión interior con
Cristo.
San Pablo lo dijo de sí mismo con toda claridad: no soy yo, es Cristo que vive en mí. El Papa
lo dijo de la Ss. Virgen, que estaba tan empapada en la Palabra de Dios,
de tal forma que pensaba como Dios,
actuaba como Dios, hablaba como Dios y
en ella se veía a Dios.
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