¿Alguna vez te has preguntado por qué debemos orar por nuestros hijos? Quizá puede parecer que como padres, ya tenemos suficientes exigencias, e incluso, en algunas ocasiones nos sentimos obligados a hacer ciertas cosas para que nos consideren buenos padres, y poder dar lo mejor a nuestros hijos.
Aun así, aunque parezca contradictorio, orar por nuestros hijos no es una tarea que ha sido asignada para cargar más nuestro día a día, sino para hacerlo más llevadero, puesto que, aunque no nos convertirá en padres perfectos, ¡al menos nos permitirá aceptar nuestras dificultades con alegría!
A decir verdad, tenemos la dicha de poder contar con un Dios que es Padre de muchos hijos, y no todos hemos alcanzado (¿aún?) la santidad… Entonces, ¿quién mejor que Él para acoger y entender nuestras preocupaciones, alegrías, preguntas, asombro, ira, y todas esas emociones que sentimos como madres y padres?
En ese orden de ideas, te proponemos:
- Orar para compartir. No nos quedemos solos con las dificultades que experimentamos ante nuestros retos como padres, más bien, acudamos a la oración para expresar, aunque sea en el secreto de nuestro corazón, lo que estamos viviendo y sintiendo. De hecho, confiarnos al Señor, de manera individual o colectiva (por ejemplo con los grupos de oración de madres o de padres), nos permite abrirnos a la gracia divina.
- Orar para delegar. Un proverbio africano dice que “hace falta un pueblo para educar a un niño”, pero nosotros como cristianos somos afortunados, pues tenemos todo el Cielo de nuestro lado para acompañar a nuestros hijos en su diario vivir: ¡dejémonos guiar por el Espíritu Santo, pidamos a la Santísima Virgen que desate los nudos de nuestras vidas, permitamos que San José y los santos patronos de nuestros hijos nos ayuden, y recemos a nuestros ángeles de la guarda para que velen por ellos!
- Orar para recargar las pilas: para poder dar mucho amor, debemos estar llenos de él. No olvidemos que, como padres, es necesario acoger constantemente nuestra posición de hijos de Dios y dejarnos llenar del amor infinito y misericordioso del Padre. ¿Qué tal si nos acercamos a Él y le decimos “Abba, Padre”, cada vez que necesitemos volver a recargar nuestros corazones de padres?
Escrito por: Alice Ollivier de Hozana.org
-Traducido del francés por Sharael Sánchez
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