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Adoración en S.Fernando.
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Es la Adoración a Jesús Eucaristía, extendida actualmente
por todo el orbe y también presente aquí en Santiago, un auténtico pozo de
Sicar (sí, sí; el de la samaritana de los 5 maridos)
Allí acudimos a buscar
agua al Manantial, que es Cristo presente en la Custodia, para saciarnos de un
Agua que apaga todos nuestros apegos mundanos y nos garantiza promesas de vida
eterna y de paz y felicidad ya en este mundo.
Cuando estamos ante el Santísimo Sacramento, nuestra oración
debe contemplar cuatro finalidades: adoración, pues sólo al Señor debemos
adorar y dar culto; reparación, por nuestras ingratitudes y las del mundo
entero; intercesión, ya que si pedimos por los demás el Señor se ocupa de nuestras
necesidades y, por último, petición.
Pero... ¿qué pedir?
No debemos pretender obtener la añadidura sin buscar primero
el Reino de Dios y su justicia. Por el contrario, cuando pedimos sinceramente
por las necesidades de la Iglesia y de los demás (sobre todo las espirituales)
y nuestra intención es dar a Dios toda la gloria, Él nos da todo lo que
necesitamos nosotros y con abundancia; incluso, por qué no, la prosperidad
material.
El alma de todo cristiano necesita la Adoración como
respirar; pues estamos hechos para Dios y, si no lo adoramos a Él, no tendremos
luz en nuestras vidas y buscaremos otras consolaciones mezquinas en las cosas,
las personas o incluso en los vicios.
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Carlo Acutis
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Hay quien piensa que la Adoración Eucarística es cosa de
curas, monjas o personas que no tienen cosa mejor que hacer. Nada más lejos de
la realidad. Podríamos encontrar muchos ejemplos en la historia de la Iglesia
de que la Adoración es para "personas de a pie", no para gente de
otro mundo; pero nos centraremos sólo en dos modelos muy recientes de laicos
comprometidos y amantes de la Eucaristía (como han sido todos los santos sin
excepción): el Venerable Luis de Trelles y el Beato Carlo Acutis; uno, gallego;
el otro, italiano.
Luis de Trelles (Viveiro, 1819; Zamora, 1891) fue un seglar
casado. De profesión abogado, periodista y político de la época, fue el
fundador en España de la Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento, Asociación
que en la actualidad sigue produciendo abundantes frutos en nuestra nación.
Por su parte, Carlo Acutis (Londres, 1991; Monza, 2006), fue
un joven estudiante y aficionado programador informático que diseñó una
exposición virtual sobre milagros eucarísticos que todavía puede ser visitada
hoy.
¿Cómo podemos nosotros imitar las virtudes de estas dos
figuras eminentemente eucarísticas, a las que el Señor habrá recompensado
generosamente sus demostraciones de cariño en medio de una vida profesional y
personal de frenética actividad?
Primero, debemos buscar un tiempo fijo, aunque sólo pueda
ser uno o dos días por semana, para estar sin prisas con el Señor.
Nuestra ciudad nos
ofrece muchas oportunidades: en la cripta de la Parroquia de San Fernando, la
Capilla de Adoración Perpetua (24h al día, los 365 días del año); en la
Catedral, la Adoración en la Capilla del Santísimo durante todo el día, todos
los días de la semana; los jueves eucarísticos en algunas parroquias: San
Miguel y Castiñeiriño durante todo el día; San Cayetano y San Antonio de
Fontiñas una hora antes de la Misa y San Juan, un rato después de la Misa.
A todo esto hay que
añadir las Vigilias nocturnas mensuales que realizan ANE y ANFE y la Hora Santa
que tiene lugar los jueves del curso escolar por la noche en la Capilla de
Huérfanas.
Una vez en uno de estos lugares, o en otras parroquias o
conventos que realicen Adoración y se nos hayan podido quedar en el tintero,
debemos arrodillarnos y saludar a Jesús. Basta un: -"Buenos días/tardes,
aquí estoy y vengo a saludarte y a adorarte, mi Señor".
Durante el rato de
oración podemos ofrecerle cosas, presentarle a personas o necesidades, pedirle
perdón, rezar el Rosario (pues donde está Jesús, está María), leer algún
devocionario, libro piadoso o el Evangelio...A continuación debemos permanecer
a la escucha en silencio, asimilando lo que nos ha inspirado el Señor y,
finalmente, despedirnos de ÉL antes de irnos con un -"Gracias por este
rato en tu compañía. Te quiero mucho. Bendíceme", o alguna fórmula
similar.
Seguro que si adquirimos el hábito de la Adoración, luego ya
no podremos prescindir de ella y eso se traducirá en una transformación radical
de nuestras vidas y en fuente de bendiciones para nuestro entorno.
Marta González Castro