jueves, 15 de octubre de 2015

Vestir al desnudo




Es una de las  obras de misericordia que parece que no tiene nada que ver con el mundo moderno en donde se tira con tanta ropa y las casas están llenas de todo tipo de trajes y vestimentas.


Para empezar hay que decir que el primero que vistió al desnudo fue Dios mismo. Las tres personas divinas vistieron a Adán y Eva como nos dice el libro del Génesis: los vistió de túnicas de piel 
 ( Gen. 3, 21). Dios los expulsa  del Paraíso por su pecado,  pero  tiene ese detalle de no despacharlos desnudos sino que los vistió personalmente.

Esta obra de misericordia la viven los padres  que visten a sus hijos nada más nacer y luego siguen durante la niñez y la adolescencia.

 También los visten dándoles el bautismo puesto que nacen manchados por el pecado original y desnudos de la gracia y, en el bautismo, son lavados y vestidos  de la gracia, llamada santificante.

A las parroquias llega gente con ropa usada pero en buen estado y la entrega para los que la  necesiten. Siempre hay alguien que se beneficia,  pues muchas veces son prendas  buenas y les  vienen bien a los más  necesitados que son los que duermen en la calle.

Todo esto se refiere a la desnudez física, corporal, pero hay también una desnudez espiritual que es el pecado. Con la gracia el alma queda vestida y la heridas del pecado reparadas.

 He visto en  cierta ocasión una lámina antigua de catequesis en donde aparece un pecador confesándose y un ángel, esperando a la salida    con un  vestido blanco en las manos dispuesto a ponérselo.


Cristo en la Cruz sufrió, por nosotros esa desnudez del cuerpo aunque estaba vestido de su sangre derramada por todo su cuerpo y de la gran dignidad de su persona,   que también conservó en esa situación difícil y dramática.

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