Llevé la Comunión una persona mayor que apenas sale de casa.
Me avisó su hija, hace pocos días. Cuando llegué encontré de pie a la anciana, con una mantel blanco en la mesa de
la sala de estar, y ella vestida de punta en blanco. Me recordó aquella
película de Mary Poppins. Estaba para una
foto.
Pero lo interesante es que también vi a su hijo vestido de
domingo, con traje y corbata, elegante y amable. Se lo
hice ver a la madre y me contó que antes de llegar yo, estaba con el chándal pero que le
hizo ponerse de esa manera, porque iba a venir el Señor a su casa.
Me pareció una gran delicadeza con el Señor. Luego al despedirme
del hijo lo felicité y se echó a llorar. Podíamos decir de tal palo, tal astilla.
En otra casa vivía otra señora, esta vive sola, aunque de vez en cuando tenía visitas. Ésta
además de tener bien arreglada la casa, la perfumaba porque iba a venir al Señor, pero no ponía un perfume cualquiera sino el de más calidad que tenía.Además
nunca faltaban unas flores.
En otra ocasión tuve que coger un taxi y no hablaba con el taxista
y le di la explicación de que llevaba la Comunión a un enfermo. Cuando me bajé
del taxi y quise pagarle, me dijo que no era nada: Yo a Dios no le cobro, me dijo.
Ya, por fin, a muchos más, familiares del enfermo, he visto ponerse de rodillas mientras estaba el Señor sobre la mesa y seguian la ceremonia con devoción.
Son delicadezas de gente de fe y enamorada que quiere
mostrarle su amor al Señor.
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