Obra de misericordia, difícil pero gozosa.
He oído a mas de uno, que el que no perdona queda con
culebras en el corazón que engendran otras culebras, dañan al que odia o no
perdona mucho más que al ofensor. Hay que quitar las culebras y perdonar. El odio que puede llegar a acumular una persona en su corazón, puede ser tan venenoso como el que tiene una culebra.
A Dios le gusta perdonar, le gusta decir Yo te perdono y lo hace cada vez que nos
confesamos. El corazón de Jesús y de María son corazones sin rastro de rencor,
corazones inmaculados. Por eso son refugio seguro.
A pesar de eso, hay personas que no perdonan y pasan años y
años con esa herida interior que habría que curar y sufren por no perdonar. Quizá
tengan que pedir ese don a Dios. Decirle a Jesús, a María y a la Magdalena: Dame un corazón como el tuyo.
¿Qué hacer para poder perdonar?
Dios ama a esa persona y yo no puedo odiarla, es mi hermano quizá débil; desear su
bien y recordar lo que el mismo Jesús ha dicho que hay que perdonar hasta
setenta veces siete. Hay que tomar ejemplo de tantos mártires, también actuales,
que mueren perdonando a los que le matan.
Jesús perdonó a Pedro que le negó, a los demás apóstoles que
le abandonaron, disculpó a los que le estaban crucificando y perdonó al ladrón
arrepentido etc. El mismo se retrató en el
padre del hijo pródigo que no sólo perdonó sino que le abrazó y le hizo una gran
fiesta a su hijo arrepentido.
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