El miércoles día 23 de marzo del año 2022, estaba la zona de S. Cayetano rodeada de cientos de camiones y algunos tractores. Era una protesta. Cuando llegué a las 5 de la tarde, parecían muertos, ni un ruido, ni gente por las aceras, total silencio.
Al cabo de una media hora comenzaron a sonar los claxon, todos a una y a cual más fuerte y producían un ruido ensordecedor.
Traté de sacar provecho espiritual de la situación y, en un principio, me pareció que demostraban en su insistencia, interés y fuerza y, quizá, podría ser un ejemplo de oración. En el mismo Evangelio a veces dice de alguien, como Bartimeo que al paso de Jesús, gritaba.
Luego pensé que si a mí me piden algo de esa manera en principio me enfadaría bastante pues la constancia es buena pero en nuestro trato con Dios nosotros más bien catamos y a la vez pedimos con humildad. Me parecía a mi que ese no podía ser el modelo de oración a Dios desde la fe cristiana.
Luego me acordé de una frase de S. Josemaría que me dio un poco de luz, en que dice, más o menos, que nuestro sitio para santificarnos es el ruido de la calle. Pensé para mí, que tengo que santificarme con ese ruido de los camiones, que no es precisamente música de Beethoven.
Eso luego lo amplié un poco más extendiéndolo a otras cosas que a veces son peores que los bocinazos de los camiones, quejas, sufrimientos varios…ahí está, en esa incomodidad, el lugar de trabajar nuestra santidad , la santidad de la mayoría de los mortales.
No necesitamos encerrarnos en la soledad, sino ser, ahí, en la calle, luz y sal del mundo.
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