lunes, 10 de diciembre de 2018

LA MOCHILA OLVIDADA



Cerca de la iglesia, en un banco de cemento,  hay una mochila olvidada desde hace varios días y allí sigue.

Supongo que será olvidada, pero también  pudo dejarla su dueño por si a alguien le interesaba. Seguramente ya cumplida la misión , no la necesitaba. Le hizo un gran servicio, suponemos,  pero luego ya era un estorbo y allí quedó para que alguien la cogiera y le diera nuevas misiones..
También pudo ser un despistado que no sabe en donde deja las cosas, que de todo hay,  o un malandrín que no se preocupó de darle mejor  destino y la tiró en el primer sitio que le pareció.

La  mochila está callada, no habla, pero sobre ella estarán muchas pequeñas historias. Desde donde fue adquirida, hasta los buenos servicios que prestó, sin protestar,  en el camino y hasta el día en que fue a parar a ese banco del jardín.

La mochila cuando va a la espalda de un peregrino o de otra persona cualquiera,  es de confianza, pero cuando queda solitaria, sin dueño , produce una cierta sospecha. Hubo personas que la miraron, desde cierta distancia, vieron algo dentro, pero allí la dejaron en su soledad.

Nosotros no somos mochilas abandonadas, siempre  tenemos la seguridad de que Dios nos quiere,  aunque otros pasen de largo o nos miren con cierta frialdad. Dios siempre tiene previsto un nuevo plan para nosotros y a alguien que nos mire y nos eche una mano.

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