lunes, 8 de febrero de 2021

Atar al demonio

 


Uno de los comentarios que hace alguna gente es que el demonio está suelto. Una religiosa que también oía estos comentarios al hablar de lo que pasa en todo el mundo,  sentía por dentro una voz de mujer que le decía, pues atadlo.


Oigo hablar poco del demonio y para justificarme   cuento que en una ocasión quise hacer una exposición sobre la Vida  eterna, en donde entraban los ángeles y demonios.  Lo comenté con otros.

 Algunos de mis amigos me decían que del demonio mejor es no hablar. Pero un día comiendo con uno de estos amigos, le hice la misma pregunta y me contestó: mira, yo soy hijo de militar y mi padre siempre me dijo que al enemigo hay que conocerlo. Y por esa conversación me decidí a exponer  algo sobre el demonio.

Al demonio se le llama también Satanás o  ángel caído o malo y, el cura de Ars, le llamaba el bellaco. Sea como sea, es el enemigo de la salvación del hombre, no nos quiere y nos quiere apartar, con engaños,  de Dios nuestro Padre.

Ocurre que si le dejas  un resquicio, como dice S. Pedro, por allí se mete en nuestra vida, y si le abres las puertas, ya no digamos.

Últimamente se le han abierto  varias puertas y por eso parece que está suelto. Enumero algunas:

Se ha quitado los crucifijos de las casas y fueron a parar a los contenedores. Me contaba un  chico peruano que en una semana santa pinto en un folio una cruz y lo pegó en la pared de su habitación, y cuando terminó el tiempo de Semana Santa  fue a quitarla. Su madre que le vio,  le dijo: no la quites que si la quitas el demonio baila.


Otra puerta es no usar del agua bendita y no bendecir las casas. Es conocido  como Santa Teresa decía que el demonio huye del agua bendita.

 También es una puerta abierta no arrodillarnos ante la Eucaristía al menos en el momento de la consagración. Eso va creando una mentalidad de que allí hay solo un símbolo. Lo mismo respecto a la confesión que se ha ido abandonando  un poco y asi, ya no hay lucha por mejorar.

Luego está que no llamamos al sacerdote a visitar a los enfermos y así tantos mueren sin sacramentos.

 Y si entramos en el terreno de la familia habría mucho que decir pero al menos  recordar que muchos no se casan por la Iglesia y no reciben el sacramento del Matrimonio que da gracia a los casados para vivir santamente su estado, como camino de santidad.

Atarlo, oía la monja del principio. Pensaba  ella, que aquella voz femenina era de la Virgen y que le pedía que atáramos al demonio con el rezo del Rosario. 

Le atamos también unidos a Cristo en los sacramentos pues Él siempre vence al diablo, y tantos medios más.

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