sábado, 20 de febrero de 2021

Pedro estaba calentándose (jo. 18,18)

 



Así es, Pedro estaba calentándose,  relajado en aquel patio de Pilato en donde estaban juzgando a Jesús.

Este es el relato:

  «Pedro estaba sentado fuera en el atrio, dice el Evangelista, entre los criados y los satélites que estaban calentándose alrededor del brasero encendido. La criada del Gran Sacerdote que le había hecho entrar, clavando los ojos en él al resplandor del fuego que daba en su rostro, exclamó: ¡Éste también se hallaba con Jesús! -Y dirigiéndose a Pedro, ¿no eres tú, le dijo, uno de los discípulos del Galileo? No: contestó el Apóstol, delante de todos estos testigos: ¡No le conozco! No sé lo que quieres decir. Y saliendo Pedro fuera del vestíbulo, cantó el gallo. Otra criada le reconoció también y dijo a los criados. Este hombre se hallaba también con Jesús Nazareno. Pedro había vuelto junto al brasero, y estando allí en pie calentándose, le dijeron ellos: ¿No eres tú uno de sus discípulos? Pedro lo negó segunda vez, afirmando con juramento: ¡No conozco a tal hombre! -

 

También en esas circunstancias, debiera seguir el consejo de Jesús: Vigilad y orad. Tendría que ver al enemigo y también mirarse a si mismo y reconocer sus  fuerzas  o su debilidad; sin duda, necesitaba de la oración para fortalecerse o incluso huir si fuera preciso. Huir en muchos casos es valentía.

No hay que bajar la guardia nunca, porque el enemigo acecha para perder las almas. Más tarde S. Pedro dirá en una de sus cartas “no dejéis resquicio al diablo”. Ese consejo venía de su propia experiencia.

Por eso el diablo nos aparta de la oración y busca cualquier descuido  para hacernos caer en la tentación y negar a Cristo.

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