Falleció D. Ramón en el hospital provincial de Santiago, acompañado de su familia. Había nacido en Órrea , hace 96 años , y era el más joven de una familia numerosa y cristiana. Varios de sus hermanos también tuvieron el regalo de una familia numerosa,
por tanto se vio rodeado de muchos
sobrinos y bis-sobrinos.
Quizá falleció con el
rosario en la mano, pues no lo soltaba nunca. Desde hace muchos años
rezaba constantemente el santo rosario, primero en sus idas y venidas a la Catedral y luego en su casa.
Cuando lo iba a visitar era la primero que veía, estaba con el arma
poderosa entre sus dedos. Ya no
podía rezar el Oficio de las horas por falta de vista, veía poco, pero su plan
de oraciones estaba vivo.
Un día antes morir, me avisó a través de una sobrina, que estaba en el hospital y “que le llevara
todo”. Así lo hice tan pronto pude y entendí al pie de la letra su recado. Le confesé,
recibió la Unción de los enfermos, le di el santo Viático, la bendición papal
con indulgencia plenaria y además le llevé una botellita de agua bendita. Cuando
le dije lo del agua bendita se puso contento y me dijo que era muy oportuno. Él
sabía que el agua bendita espanta al diablo, que aprovecha esos momentos de
debilidad para inquietar.
Cuando me despedía me dijo lo que para mí fueron sus últimas
palabras: ”cuida tu salud, que haces falta en la Diócesis”.
D. Ramón fue un gran confesor de la catedral. Se puede decir que medio Santiago se confesó
con él, también muchos sacerdotes y seminaristas. Estuvo muchas horas dedicado al
confesonario y era un gran confesor.
Tenía muy buena memoria y hasta la última hora se interesaba
por sus amigos y por los acontecimientos recientes. Cuando lo visitaba iba
preparado para contarle lo que ocurría, especialmente en el ambiente eclesiástico
y sobre algunos amigos comunes.
Se acordaba muy bien de sus primeras parroquias de las que contaba abundantes anécdotas. Estuvo
de ecónomo en Cerbaña y Lamela (Silleda), de párroco en Bendorio y Prado. También
fue párroco de Braña.
Por razones de salud vino a Santiago y aquí se adaptó muy
bien. Estuvo de sacristán mayor en la Catedral y fue párroco de la Corticela. Los
últimos seis años estuvo recluido en su casa por enfermedad, que llevó sin quejas y con amor.
Se distinguió D. Ramón por su amor a la diócesis y a sentirse
unido con todos los miembros del presbiterio diocesano. Mostró obediencia y
veneración al propio obispo, así como celo por las almas y afán de promover
vocaciones por las que rezaba mucho.
Recibió ayuda espiritual de la Sociedad Sacerdotal de la
Santa Cruz a través del acompañamiento espiritual y de clases doctrinales o
ascéticas y otros medios comunes de formación.
Le gustaba mucho el deporte y disfrutaba viendo los partidos de futbol en la TV. Simpatizaba con el Deportivo
y el Pontevedra que seguía semanalmente.
Su entierro en S. Andrés de Órrea, su parroquia natal, en el panteón familiar y según sus deseos. El funeral fue presidio por el Sr Arzobispo y estaba también presente el Vicario General de Lugo. Los sacerdotes éramos unos 15. Que descanse en paz e interceda por nosotros.
Sacerdote, sólo sacerdote, siempre sacerdote.
ResponderEliminarFue mi confesor mas de 10 años, en el numero 13 del confesionario de la catedral. Cuando iba a confesarme hablaba de Dios tanto que al darme la absolucion decía: de penitencia el dolor de rodillas que llevas. Bendito de Dios sea por siempre.
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