Pasé hace pocos días por Pontevea, allí hay un puente romano
en muy buen estado y me acordé de una bonita leyenda urbana que oí contar.
Se trata de un puente estrecho y en cuesta por ambos lados. Se
utilizó hace años para el transito normal de
vehículos. Ahora ya hay otro al lado, grande y moderno.
En ese puente romano, cuando se juntaban dos coches en la cima,
uno tenía que dar marcha atrás, generalmente el que llegaba más tarde y dejar
pasar al otro, pero a veces llegaban dos
al mismo tiempo.
Pues en una ocasión sucedió que dos llegaron juntos a la
parte más alta. Entonces los conductores se miraron y ninguno de ellos parecía estar dispuesto a dar marcha atrás. Uno de ellos bajó la
ventanilla y le dijo al otro: yo no tengo
prisa, y sacó el periódico y su puso a leerlo tranquilamente.
Cuando el otro lo vio, se dirigió a él y dijo: oye,
cundo termines de leer, me lo pasas y también lo leo, ya que
yo tampoco tengo prisa.
Supongo que los dos se echaron a reír y uno daría marcha
atrás para que pasara el otro.
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