sábado, 30 de junio de 2018

Una “vuelta” por las calles de Santiago



Salí con Renato a enseñarle  Santiago, viendo las calles, señalando algún monumento y sus historias y disfrutado del ambiente de las rúas. No creo que hoy fuese un día especial.

Vimos a Santa Clara, que nos coincidía en camino, y alli  recordamos por que tiene en la mano una custodia con la imagen de la hostia santa.
Un día las clarisas de Asis  vieron entrar unos ladrones por los muros del convento y, llenas de miedo,  acudieron a Santa Clara que estaba enferma. Ella les mandó traer el copón con las  sagradas formas, lo asomó a la ventana hacía los ladrones y estos huyeron espantados.  Ese es el origen de esa imagen.



Pasamos por la calle de la Troya en donde está la Casa de la Troya que ahora es museo y que tiene como música de fondo el libro de Pérez Lugín con las historias de la estudiantina de Santiago.

Luego entramos en Cervantes (la Plaza), con tiendas de anticuarios al aire libre. Venía en ese momento un grupo numeroso de peregrinos  jóvenes, todos vestidos de rojo con su bandera. Al entrar en la plaza dieron vivas a Murcia y a Santiago. Un  transeúnte, quizá también peregrino,  dio  un viva a la Virgen del Pilar, que todos corearon con alegría.

Pasamos el Arco de Palacio en donde un gaitero y un tamborilero tocaban y se movían al son de la música gallega. De lejos les escuchaban y aplaudían, pero no se acercaban, tal vez para no verse obligados a dar la propina.

La plaza del Obradoiro era una fiesta. Gente joven iba y venía. Una  pareja  de peregrinos nos preguntó por la oficina del peregrino para pedir la Compostela. Les pregunté si se habían portado bien y les encaminé a dicha oficina.

Miramos la imponente fachada de la catedral, hecha sin andamios, ni grúas modernas. Parece ser que una larga rampa de tierra permitía ir subiendo las piedras e ir construyendo las bellísimas torres. Echamos una mirada a Santa Bárbara que está protegiendo las torres de rayos y truenos.

 En la esquina del rectorado había un grupo con gaitas, acordeón y panderetas que cantaban con entusiasmo conocidas melodías gallegas.

Ya en la Quintana miramos una larga cola de gente que, pacientemente,  esperaba entrar en la catedral.



 Había también  dos  jóvenes disfrazados,  uno de Santiago apóstol, subido a una tarima y otro de Gandhi, todo de blanco de arriba abajo, pero no desnudo como en  el original, pero con un gran parecido físico.

Ahora nos tocará entrar en alguno de los numerosos y bien dotados museos, como el de Tierra Santa, ubicado en la iglesia de San Francisco, o el de San Pelayo  o los museos de la Catedral, pero eso es cosa para otro día.


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