lunes, 23 de julio de 2018

Los últimos jóvenes declarados venerables



Alexia González Barros, Pietro de Vitale y Carlo Acutis son los nuevos  venerables que ha declarado la Iglesia en el mes de julio de este año.

Alexia
Alexia es muy conocida en España y su devoción corrió por muchos lugares. Nació un 7 de marzo de 1971 en Madrid. La última de  cinco hijos. Respiró la piedad en su familia que era del Opus Dei, de un modo especial de su madre. Hizo su primera comunión a los 8 años en Roma.

En diciembre de 1984 advirtió un dolor en la espalada que al principio no le dieron importancia pero dos meses después se le declaró  como un tumor  con metástasis ya extendida.

Fue el comienzo de una dura prueba que Alexia vivió  con  fortaleza sobrenatural, ofreciendo sus sufrimientos por la Iglesia y su familia.

Falleció el 5 de diciembre de 1985. Tenía 14 años. En junio de 1994 se concluía en Madrid la fase diocesana del proceso de beatificación. Ahora  el Papa  declara sus virtudes heroicas y es  venerable.

Pietro Di Vitale fue seminarista en Palermo. Murió a los 23 años. Tenía como meta la propia santificación y la santificación de los demás.

Di vitale, seminarista.
 En su diario personal escribía: el Señor me ha dado una buena inteligencia y una voluntad enérgica, cualquier día de estos deberé dar cuenta de estos grandes dones, por eso es necesario que les dé buen uso para hacerme santo y dar toda la gloria a Dios.
Era muy estimado de compañeros y superiores, se dedicó al estudio y a la oración y ofreció su enfermedad por la conversión de todos.


Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991 en Londres en donde se encontraban sus padres por motivos de trabajo. No recibió de sus padres una formación cristiana y vivió como  un joven despierto, extrovertido,  apasionado de los ordenadores. Murió en el 2006 a los 15 años,  a causa de una leucemia fulminante.

Acutis
 Es él quien trasmite a su familia la piedad cristiana. Busca la misa diaria, ama la Eucaristía y la adoración y tiene el sentido del cielo. Todo esto lo recibió, dice su biógrafo, de un modo misterioso.
La intensidad de su vida cristiana y el pensar en los demás impresionaron a sus conocidos. Murió en el corto tiempo de una semana en el hospital San Gerardo de Monza.
Todos los días pasaba, en el hospital, antes de nada,  por la capilla y después de saludar a Jesús en el tabernáculo pasaba a rezarle a la Virgen de Fátima y salía de allí sonriendo y feliz.

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