viernes, 10 de agosto de 2018

La manta



En dos ocasiones me pidieron una manta.

Hace años una joven cubana, en un tiempo de mucho frio, se acercó a la parroquia y me pidió una manta. Como mi madre era muy previsora, tenía mantas de repuesto, y, cogí una  de buena calidad y se la dí. Nunca más supe de la cubana.

Y  ayer, en pleno tiempo de verano, vino un señor, madrileño, de poco más de  60 años al que la vida le había maltratado un poco y estos días  se veía obligado a dormir en la calle. Sólo tenía unos cartones que le harían de colchón, pero le hacía falta una manta.

Los cartones son muy prácticos porque aíslan de la humedad y del frio del suelo, pero se necesita un saco de dormir o una manta para estar medianamente  bien.

Lo pensé un poco y decidí darle una bonita manta de colores, en buen estado y ligera, propia para el verano. Cuando la recogí y se la llevé, le ofrecí meterla dentro de una maleta de ruedas que también le  regalaba,  y le pareció muy  bien llevarla así. No se cansaba de decirme: “que Dios le bendiga”.

Cuantas gracias tenemos que dar a Dios los que tenemos un techo, una habitación y una cama normal en donde reposar, aunque  a lo mejor no tengamos sueño y pasemos la noche en vela.

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