jueves, 14 de enero de 2021

Visita a la catedral ya en Año Santo.

 

Visité la  catedral, esta mañana.

puerta santa

 Con ánimo de ganar la indulgencia plenaria del jubileo de estos     años santos  (2021-2022), visité la catedral de Santiago. También por ver cómo iba la cosa, todo hay que decirlo.

La entrada obligada es por la Puerta santa. No  hay  otra puerta abierta para entrar, sí  hay para salir. Pues bien, allí a la entrada, como un icono, estaba sentada vestida toda de negro una mujer que pedía ayuda  al visitante. No sé si le vale la pena, pues la gente llega por cuenta gotas  y van directamente a la puerta interior que es propiamente la puerta santa. Pero ella sabrá mejor si le compensa.

Esta puerta es de bronce con la historia de Santiago en imágenes muy sugerentes cuyo diseño  hizo D. Alejandro Barral, un canónigo de la catedral. Costó hacerla 127.000 euros y fue hecha por Suso León en el año 2003.

 

 

Pasada la puerta, nos esperaba un vigilante que cuidaba  de que las mascarillas estuviesen  bien puestas y de facilitar la desinfección de las manos.

No es condición indispensable, para ganar la indulgencia del jubileo,  entrar por la Puerta santa que da a la Quintana, aunque tenga su simbolismo,  pero ahora es la única abierta y no hay más remedio que pasar por allí si quieres entrar.


 

Luego fui a los bancos  de la nave central  para rezar el credo y el padrenuestro por las intenciones del Santo Padre. Había varias personas circulando por las naves y una arrodillada en el primer banco. Se veía la capilla mayor espléndidamente iluminada.

Faltaba poco para las 12 en que está programada una Misa. Yo también  estaba  en uno de los primeros bancos y se me acercó una religiosa de las Auxiliares Parroquiales  de Cristo Sacerdote.  Fueron  fundadas por el siervo de Dios, natural de Tolosa (Guipúzcoa), José Pio Gurruchaga Castuariense.

Esta religiosa andaba buscando lectores para la Misa. No era mi caso, pues yo iba sólo a ganar la indulgencia jubilar y luego marchar.

Luego me acerqué a la capilla del Pilar obra del Arzobispo  Antonio Monroy, y vi a dos confesores en sendos confesonarios modernos. Había algún penitente, gracias a Dios. Me dio alegría verlos.


 

Ya de allí,  me dirigí a la salida,  que es por la puerta de las platerías, pero también se puede salir por el puesto de venta de recuerdos, allí me recordaron que colocara bien la mascarilla que se me había bajado unos milímetros y ya de nuevo en la Quintana, plaza testigo de tantos acontecimientos culturales y religiosos.

Es un ambiente distinto de otros años, pero también tiene su encanto. Conocí a un traumatólogo de Santiago que le gustaba muchísimo llegar a la catedral a la hora en que iba a cerrar, la catedral quedaba sin gente y había un silencio impresionante. El decía que aquello le llegaba al alma, le hacía sentirse cerca de Dios.

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