Fui a visitar a un señor mayor, enfermo. Se había levantado
deprimido, quizá con la tensión baja, y
un familiar me llamó para que fuera a verle y le animara un poco.
Le llevé la comunión que sé que aprecia y que sabemos que es el mejor remedio, pues Dios es la alegría.
Cuando me puse a hablar con él enfermo me dijo algo que me dejó pensativo: no me importa morir, sé que va a suceder un día cualquiera, pero lo que sí me importa es morir en gracia de Dios, es decir, con el alma limpia de pecado.
Tiene mucha razón, pues cuando nos presentamos delante de Dios, vamos a la fiesta de las bodas del Cordero que es Jesús, y hay que presentarse con el traje de bodas. Si no lo llevas no te dejarán pasar e incluso estarías incómodo en la fiesta.
La Misa es el anticipo del Cielo el cual es como la prolongación de la Misa.
En la Misa empezamos a gustar lo que vendrá, por eso en la Misa también debemos procurar estar en gracia, como amigos con el Amigo, con traje de bodas.
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