Vino un amigo a verme y después de los saludos de costumbre le pregunté como iba.
Me dijo que había leido la noticia de que uno de los barcos que arrebató el sumani de Japón habia sido encontrado en medio del océano después de tanto tiempo y a la deriva , sin rumbo fijo y a merced del viento y de las olas. Y luego me añadió: ese barco soy yo. Asi me encuentro yo.
Como es natural quedamos en vernos con más calma para poder dar rumbo a ese barco a merced del tiempo y las olas.
Dios tiene pilotos que nos pueden orientar y encauzar para defendernos de los problemas y dificultades. Basta querer encontrarlos.
No estamos solos ante la vida, Dios no nos abandona nunca por muy perdidos que estemos.