Un año, en la novena de Guadalupe, puse un cartel en la puerta de la iglesia para anunciarla y para general conocimiento.
Al día siguiente, paso por allí y el cartel habia desaparecido. Entonces, un poco mosqueado, puse dos, uno al lado del otro y bien visibles.
Ya por curiosidad volví al otro día y también habían desaparecido. Con un poco de buen humor decidí duplicar la dosis, es decir, que puse cuatro carteles y con la disposición que si me los volvían a quitar no me daría por vencido y pondría ocho, es decir toda la puerta.
Pasé al día siguiente y aquellos carteles permanecían en su sitio y ya no los tocaron más.
Me sonreí un poco y pensé que la constancia en el bien, puede con el mal.