Me encontré en la puerta de una de las iglesias a un
pobre con un libro en la mano y dispuesto a esperar a la gente y obtener su
limosna.
He visto, leyendo, a dos pobres en Santiago. Otros tiene un perro,
o un letrero diciendo su situación y con una vaso de plástico para que le echen
limosna.
Este que he visto en una de mis iglesias es un pobre original pues en realidad no pide. Está allí
y si le dan, coge y, si no le dan, no protesta. Aunque sí, tiene espíritu
crítico y conoce a las personas.
Me acerqué a él y le pregunte en donde dormía. Me
contestó que hace años duerme en la calle y,
ya ve que no tengo catarros.
Luego empezó a contarme como veía a la gente y me dijo
que había aprendido mucho de Epicuro (1) y que tanto Platón como Aristóteles
eran buenos filósofos pero poco autocríticos.
Luego me explicó el valor de la sinceridad y la verdad y
los disgustos que se llevan por ser sincero.
En fin todo un filósofo de la vida que se pregunta el por
qué de las cosas.
Cuando un niño o una adulto se pregunta por qué, ahí hay
un filósofo en ciernes.
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(1) La
filosofía de Epicuro puede ser claramente dividida en tres partes, la Canónica,
que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero
de lo falso, la Física, el estudio de la naturaleza, y la Ética, que supone la
culminación del sistema y a la cual se subordinan las dos primeras partes.
Podemos afirmar que la filosofía de
Epicuro, en líneas generales, se caracteriza por situarse en el lado opuesto a
la filosofía platónica: afirma que no hay más que una realidad, el mundo
sensible, niega la inmortalidad del alma y afirma que ésta, al igual que todo
lo demás, está formada por átomos, afirma el hedonismo en la teoría ética y
como modo de vida y rechaza el interés por la política y, frente a la
reestructuración de la sociedad que, afirmaba Platón, era el objetivo del
filósofo, prefiere un estilo de vida sencillo y autosuficiente encaminado a la
felicidad en el que la amistad tiene unapàrte importante.
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