domingo, 1 de abril de 2018

El favor de Santiago Apóstol (en México)



Cierta ocasión en la que me encontraba ayudando en labor pastoral en una comunidad rural, me llamó mucho la atención la devoción que una familia le veneraba al apóstol Santiago e hice varias preguntas respecto a esto. La familia estaba conformada por los padres y varios hijos, algunos estaban presentes. Ante la pregunta que formulé, sobre la devoción al santo, la madre de familia me contó una anécdota muy particular en la cual está involucrada ella y un hijo, os la contaré enseguida.

Tras varios días de no saber de su hijo, el cual tenía un grave problema con la bebida y gran fama de pasar varios días ausentes en distintas comunidades embriagándose, la madre sentía muy dentro de sí una gran preocupación por su hijo, al punto de pensar lo peor: la muerte de su hijo. Fue al pequeño altar, en ese entonces, donde tenía la imagen de Santiago apóstol montado en su caballo, encendió una vela y la colocó a los pies de la imagen y le rogó: “si es posible que pudieras hacerme tan grande favor, te pido que traigas a mi hijo sano y salvo a casa”, rezaría también un padre nuestro y se retiraría enseguida a guardar vela, en espera de un favor.

El hijo en cuestión, se encontraba presente en ese momento y relata lo que a él le aconteció: “me encontraba con varios amigos en una cantina, no recuerdo exactamente cuántos días llevaba ya fuera de casa y, como de costumbre, no solía avisar a nadie cómo me encontraba y dónde estaba, pero tengo por seguro que recuerdo con detalle todo lo que aconteció. 

Apareció un hombre joven de unos 30 años, con el pelo un poco largo, unos ojos negros y una mirada decidida, volteó enseguida y me miró a los ojos y me llamó por mi nombre añadiendo: “he venido por ti para llevarte a tú casa”. Yo inmediatamente le pregunté cómo era posible que conociera él mi nombre, ya que yo no le conocía, a lo que él preguntó que eso no importaba tanto, pero me explicó que le habían pedido que fuera por mí y que tenía dos opciones: “vienes conmigo de buena manera o te llevo a mí manera”, a lo que contesté que de allí no me retiraba.

Me contestó entonces que sería por su manera la forma en la que me iría con él, pero me opuse rotundamente y me puse en plan agresivo, al punto de querer pelear con él,  a lo que él me instó a salir del lugar y así lo hice. Salí del lugar buscándole para poder golpearlo pero mi sorpresa fue otra, al salir no encontré a nadie, solo vi un momento de obscuridad. Al momento intenté regresar a la cantina pero no podía, mis piernas no respondían y sentía que iba siendo tirado por algo con una soga atada a mis pies, me llevaban arrastrando pero no sentía dolor alguno por ello, intenté incorporarme para ver si podía saber qué pasaba y pude ver un caballo blanco, era montado por aquel mismo que había entrado hace poco a la cantina.

Al querer volver a incorporarme me di cuenta que estaba a la puerta de mi casa, las luces estaban encendidas como si alguien estuviera esperándome dentro, ante el miedo que sentí por lo que había vivido entré corriendo a la casa. Al abrir la puerta vi a mi madre, estaba sentada en la sala esperando por mí, vino a mi llena de lagrimas a abrazarme, estaba muy sorprendido por todo. Quería explicarle todo lo que había pasado y girando un poco la cabeza hacia el altar de santos que tiene mi madre, vi entonces la imagen del apóstol y le reconocí. Le dije a mi madre gritando: “¡él se me apareció a mí en la cantina! ¡¿Qué está pasando aquí?!
Ella trató de tranquilizarme y me explicó lo preocupada que estaba por no saber nada de mí en varios días  y que le pidió un favor, que yo llegara, por medio de él, a casa sano y salvo; y así fue.” Desde entonces la familia ha estado tan agradecida con el apóstol que siempre tratan de celebrar su fiesta lo mejor posible: todos reunidos en familia, participando de la Eucaristía y festejando sanamente al santo.
Este hecho es muy significativo para mí, ahora que me encuentro en la tierra donde Santiago apóstol pudo evangelizar y ganar almas para Dios; espero poder volver a vivir un momento con la familia que me compartió esta bella anécdota y ahora comparto con vosotros, y contarles que ante los restos del apóstol les he encomendado de manera muy especial.

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Seminarista  Juan Alberto Morales Landín, estudiante de bachiller en Teología,  en la Universidad de Navarra, natural de la diócesis de Celaya, México

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