domingo, 1 de abril de 2018

Sacerdote para siempre


Un día normal del mes de Marzo, empieza nublado, con un poco de lluvia y por la tarde el sol ilumina el todo panorama maravilloso del Santiago Compostela. Así  es lo normal aquí, que me parece en otras zonas es un poco raro.

Además de ser Miércoles Santo, esté día tan normal de lo que parece, se convirtió en algo extraordinario. En mi tierra, Filipinas, llegar en la edad 90 es algo sobrehumano. Quizá por el estilo de vida o porque nos falta la tarta de Santiago.

 Esté día, junto con el buen párroco de la Parroquia San Cayetano, Don Victor Sanchez y mi compañero seminarista, Juan Alberto Landín fuimos a visitar a un gran sacerdote, Don Bernardino, más de 90 años. Y más de 50 años siendo sacerdote. 

Como un buen gallego, no olvida las palabras “no sabes” o “depende”. Pero lo que me marcó mucho es la manera como cuida sus ovejas,  el pueblo que Dios le concedió. Hasta en ese momento todavía celebra la misa, cada día.

 Y de  una manera especial, en cada misa, cuando participaban algunos peregrinos jóvenes, lo aprovecha para preguntar si alguna vez en sus vidas habían planteado la vocación sacerdotal y les invita a meditar sobre ello. Una persona que sabe está bendecida con una gracia maravillosa debe ser muy agradecida e invita siempre a los demás en ese buen camino. 

Al final, antes de despedirnos de Don Bernardino, hemos pedido  su bendición. Un seminarista, que solo espera algunas semanas para ordenarse de diacono, aquella bendición se inculcó no solo en mi mente sino más en mi corazón. Ser feliz en vuestra vocación y ser fiel hasta el final. 

John Alfred




















Fui con los seminaristas Alfred y Juan Alberto (1),  a Finisterre, en plan descanso de la Semana Santa y fuimos  bordeando por la costa de Noya y  Muros. Nos paramos en Muros a ver la iglesia en la  que estaban varias personas   muy enfaenadas con los preparativos para la Vigilia pascual. 


Alfred y Juan Alberto (de rojo)
Pero allí nos enseñaron una curiosidad;  una imagen de santa Ana cuyo brazo se le puede quitar y fue usado en otros tiempos, según nos contó un muradano residente en Madrid, para llevar a mujeres  de difícil embarazo y tenían el brazo de Santa Ana en casa y le rezaban.  Parece ser que esa oración era eficaz. Ahora está en el museo,  en su sitio y para vista de todos.

Luego pasamos por Carnota en donde  nos acercamos a ver el  famoso hórreo, uno de los más grandes de Galicia.

Ya en Corcubión  nos acercamos a ver la iglesia pero estaba cerrada, rezamos un padrenuestro a  la puerta,  pues el Señor no tiene barreras.

Por fin enfocamos hacia Finisterre. Nos llamó la atención ver a muchos caminantes o peregrinos que iban hacía el faro de esta villa y desde luego un gran número de coches,  incluso autobuses.  La mayoría gente joven y alegre.

En el entorno del faro  se está bien, hay unas hermosas vistas, sacamos unas fotos y recordamos alguna leyenda del lugar, como la leyenda de San Guillermo o el de la " Cova do incanto".

Me dio alegría ver que el crucero, que había sido destruido hace unos años,   ahora  se ha repuesto en su sitio,  en lo alto de un peñasco,  un crucero   nuevo,  digno para ese lugar.


Y ,  ya de retorno, paramos en Sardiñeiro en casa Lestón que tiene una fama bien ganada por los chipirones en su tinta  que son deliciosos.

Luego ya,  por el  camino más corto, hasta Santiago, para la Vigilia pascual.

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(1) John Alfred Buyao Millado es de filipinas, diócesis de Tarlac. En breve será ordenado de diácono en el seminario internacional Bidasoa,  de Pamplona.
Juan Alberto Morales Landín es de México de la diócesis de Celaya. Es el primer año que está en España, también en Bidasoa.

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