martes, 24 de julio de 2012

El año de la fe: fe en el agua bendita


En la entrada de la basílica de San Pedro

El agua bendita en dos anécdotas

Ocurrió ya hace años lo que voy a contar  pero lo tengo muy presente como si pasara hace poco. Estando yo en la sacristía de una iglesia en donde estaba de coadjutor, una persona se me acercó toda preocupada para que le bendijera la casa cuanto antes. Hablamos un poco, pues quería saber el motivo de tanta urgencia,  y me dijo que llevaban más de un mes con  un ruido a las 5 y 20 de la mañana, en la ventana, como si una mano invisible la moviera con  fuerza. Habían llamado a un familiar para que durmiera en casa y  a ver si también oía o era cosa de los de casa  y así fue, se oía el ruido a la misma hora. Pusieron un vigilante fuera para ver si alguien pasaba y hacía algo en la ventana,  pero a nadie se vio.

Con estos datos fui a bendecir la casa armado del ritual de bendiciones, la estola y desde luego el agua bendita que yo mismo bendije para asegurarme. Les dije que sería bueno se confesaran y comulgaran pues Dios oye a los amigos de un modo especial y les advertí que yo iba a hacer la oración oficial de la Iglesia que Dios seguramente escucharía. Era una petición  que esperábamos  fuera atendida. Bendije la casa y eché mucha agua por todas las habitaciones en especial por la ventana  de los ruidos.

Al día siguiente la señora vino a la iglesia confesó y comulgó y se marchó. Al otro día volvió a la Misa y se marchó, pero al tercer día ya no esperé más y  me acerqué para preguntar como iba lo de los ruidos. Me confirmó que habían desparecido totalmente y estaban muy contentos. Se corrió la voz por todo el pueblo de lo que habíamos hecho en aquella casa y luego fueron bastantes los que me llamaron para que bendijera sus casas.

En otro lugar, estando de párroco,  ocurrió que  había un gran malestar entre los vecinos, disputas,  riñas, maledicencias etc. que iba en aumento. No viendo remedio a la situación y sintiéndome  sin fuerzas,  se me ocurrió la idea de bendecir a todo el pueblo con agua bendita. Aproveché un día de lluvia intensa, un momento en que arreciaba más, cogí el ritual de bendiciones, me puse la estola, salí a la puerta de la iglesia y recé la bendición del agua con la intención de bendecir el agua que caía en aquel momento en toda la parroquia. Después me recogí en oración junto al Sagrario.

 Comprobé muy pronto que todo aquel embrollo había pasado,  como cuando se echa un azucarillo en el café y se disuelve en pocos segundos. Maravillas del agua bendita – y de la oración -  que por algo la Iglesia la tiene en la entrada de todos los templos de la cristiandad como defensa contra las asechanzas e insidias del maligno y la usa en tantas otras ocasiones como son por ejemplo las diversas bendiciones.


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