martes, 10 de junio de 2014

Finisterre no es el fin


Tadeus, Lucila, Jesús y Daniel
La villa de Finisterre tiene un especial atractivo  para  gente joven y peregrinos. La carretera del faro y sus aledaños se ven a diario llenos de coches y de gente
Fui con los seminaristas del Bidasoa una tarde de domingo a ver ese precioso pueblo con sus iglesias, su mar embravecido y especialmente el cabo que se mete atrevido en el mar.

Salimos de Santiago, siendo nuestra primera etapa Carnota. Pasando por allí era obligado ir  a ver el famoso hórreo uno de los más grandes de Galicia, hecho de piedra bien labrada y  que  tiene el tamaño de tres de los corrientes con unos 9 ó 10 claros como aquí le llaman a los tramos que tiene.

 Bonito,  pero vacío. Me hizo pensar en mi vida y en la de muchas personas: mucho vacío de obras buenas en muchos de sus “claros”.
El Cabo Finisterre
Luego paramos en el Pindo.

 Fuimos a visitar al párroco D. Juan Sendón Maceira que,  al darse cuenta que éramos un sacerdote y varios seminaristas,  se presentó de inmediato y con alegría en la entrada ofreciéndonos su casa.

 Presentaciones, bromas, planes y una cordial despedida diciendo a los seminaristas,   desde sus casi 80 años, lo grande que es ser sacerdote santo.

Pasamos por Cee y Corcubión con una parada en esta última villa viendo el monumento a D. Francisco Sánchez Gómez Adanza el sacerdote que lo daba todo.

Faro
Luego ya fuimos directamente a alcanzar el cabo Finisterre.

 Allí en las cercanías hay un puesto de ventas –Orcabella – con recuerdos de la zona y con una magnífica colección de cárcolas traída de otros mares especialmente desde Filipinas.

 Están a la venta por módicos precios y son bellísimas.

El dueño nos explicó con detalle su historia y nos hizo ver su belleza de diseño.

Tienda de recuerdos

 Hay un caracola , llamada Nautilus,  que es especialmente  bella, de nácar y  que acoge en el mar a   un molusco altamente depredador. De él hay un pequeño vídeo en Internet.


nautilus de Filipinas

Luego vimos la iglesia de Santa María de las Arenas. Nos dejó pasar  uno de los  cuidadores, D. Perfecto Traba,  que nos enseñó un S. Miguel de mármol  traído de Italia y nos contó historias del Santo Cristo de la Barba Dourada, llenas de emoción y atractivo.


Estando en una ocasión con S. Josemaría en una pequeña tertulia en Roma le dije que yo era de Finisterre y me contestó, está bien, pero no es el fin.
Santa María de las Arenas

S. Miguel

Santo Cristo



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