domingo, 6 de julio de 2014

El Camino de Santiago, referencia cristiana.

                El pasado mes de junio completé mi novena peregrinación a Santiago, iniciada esta vez desde Pamplona, desde la puerta de mi seminario. Y es que el Camino y el apóstol me han marcado mucho a lo largo de mi vida, tanto que subiendo O’ Cebreiro descubrí que el Señor me pedía algo más, un algo más que me llevó hace tres años a dejar mi trabajo como periodista e iniciar la preparación para ser sacerdote.
                Por esa historia personal le tengo especial cariño a la ruta compostelana, cuna de grandes cristianos y origen de miles de conversiones a lo largo de la historia, conversiones de personas que en el Camino descubrían las huellas de Cristo resucitado y abrazaban, no ya al Apóstol Santiago al final del Camino, sino la Fe en quien fue Señor del siervo Santiago.
                Pero la ruta jacobea está perdiendo el marchamo cristiano que es su esencia. Cada vez es más complicado realizar una peregrinación, que es muy diferente a caminar durante unos determinados días o semanas sin ese trasfondo espiritual alrededor. Y, ¿por qué? Pues por la falta de sacerdotes en el Camino, por el poco compromiso de las comunidades católicas a lo largo del mismo y por la ausencia de interés real –que no siempre de palabra- por hacer del Camino un sitio de especial importancia pastoral.
                En los 25 días que peregriné conseguí ir a Misa 24, y sólo me faltó asistir a la celebración más importante del día de todo cristiano entre Belorado y Burgos debido a que en San Juan de Ortega, donde, por cierto, el albergue, que depende del obispado, es el peor de todo el Camino y con diferencia (aunque se dice que lo van a tirar y a levantar otro nuevo en los próximos años), no hay Misa diaria. Lo cierto es que la situación de San Juan, un lugar tan emblemático y nacido por y para el camino, es fiel metáfora de lo que ocurre en otros sitios.
                Y sigo. ¿Saben cuántas etapas de alrededor de 40 kilómetros (sí, sí, leen bien, 40) tuve que hacer para poder ir a Misa a la tarde? Tres. En concreto, de Burgos a Castrojeriz; de Carrión de los Condes hasta Sahagún; y de Sahagún hasta Mansilla de las Mulas. Por no hablar de aquel señor llorando en el albergue de Frómista porque no había celebración de la Eucaristía un domingo por la tarde en ese pueblo. ¿Así cuidamos algo tan nuestro como el Camino de Santiago?, ¿así se va a encontrar la gente con el Jesús vivo, con la Iglesia que es vida? Yo, con 27 años, puedo caminar, no exento de fatiga, esas distancias, pero obviamente muchas otras personas son incapaces.
                Luego están aquellos albergues parroquiales en los que ni se dice a qué hora es la Misa y se limitan a poner un cartel que allá quien lo lea y quien no. O esas bendiciones que parecen un castigo para los sacerdotes y que pasan sin pena ni gloria. En definitiva, que la pastoral compostelana requiere más interés.
                A este respecto hay que señalar que hay diversos puntos en el Camino que de verdad son oasis espirituales. Me refiero al trabajo que se realiza, por ejemplo, en la parroquia de Santiago el Real de Logroño o en Carrión de los Condes con la colaboración entre el párroco y las diferentes comunidades religiosas del pueblo. En estos lugares, el peregrino puede ver a sacerdotes en los confesionarios, asistir a Misa cualquier tarde, recibir una bendición especial, compartir una cena fraterna con otros peregrinos… en resumen, puede ver a Dios a través de los otros cristianos. Y sé que me dejo otros sitios muy especiales como Belorado, Tosantos, donde no hay Misa salvo los domingos al ser un pueblo muy pequeño, los benedictinos de Samos, los franciscanos en O’ Cebreiro, etc.

                Pero a donde quiero ir es que el peregrino es un fiel más de las parroquias. Transeúnte, pero fiel y necesitado de especial atención muchas veces. No son un secreto las confesiones que tienen lugar en Santiago, no es algo desconocido el que mucha gente está más receptiva en el Camino, pero por eso mismo hay que estar más atentos. Un pueblo del Camino con varios albergues, especialmente en verano, no es un pueblo de cien habitantes (que marca el censo, claro está), sino de 200 ó 300, que pasan por el lugar pasando de bar en bar y asombrándose de tanta iglesia cerrada a lo largo del Camino. Me acuerdo de tantos peregrinos que me han comentado este hecho…
                Programas como el de la apertura de templos en Castilla y León en verano, los albergues de la Acogida Cristiana en el Camino que se lo toman en serio o la oración del peregrino en Santiago todas las tardes de lunes a sábado son, sin duda, luces verdes, pero lo cierto es que urge recuperar la presencia cristiana en el Camino. Refuerzo de comunidades religiosas facilitándoles sitios (que no faltan precisamente) para asentarse, refuerzo de sacerdotes en la medida de lo posible procedentes de diversos lugares de España y de Europa especialmente en verano, bendiciones fuera de la Misa donde el peregrino se sienta especial y acogido, institución de cenas comunitarias con carácter cristiano en los albergues parroquiales… y muchas más cosas que se pueden hacer para no perder una batalla que se está perdiendo. No se trata de estar, se trata de actuar.

                Acabo pidiendo al apóstol Santiago su intercesión para que la ruta que originó la presencia de su santo sepulcro vuelva a ser la referencia cristiana que fue, para que los obispos del Camino tomen conciencia de la importancia pastoral del mismo, de que la tan manida Nueva Evangelización tiene un punto muy concreto de desarrollo en la ruta jacobea, de que se precisa más y mejor desde ya. ¡Ultreia!

de Javier Peño Iglesias
actualmente seminarista en el Seminario de Madrid

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