viernes, 12 de abril de 2019

Boda, al final del Camino de Santiago



Dos argentinos, Rubén y Sonia, han contraído santo matrimonio en la iglesia de S. Cayetano ante los fieles que estaban en la  iglesia después de una Misa.



Se prepararon en tierra, cerca de Buenos Aires y, con todo preparado llegaron a Santiago. 

 Hicieron el  Camino desde Sarria con ganas de madurar aun más su decisión teniendo que afrontar sol y lluvia y frio, pero, según ellos, valió la pena. Llegaron muy contentos ,  como suele pasar con todos  los peregrinos.



El jueves se presentaron en S. Cayetano a su cita matrimonial. El sacerdote les recordó las tres palabras de Francisco: gracias, perdón y con permiso. También les animó a que se ayudaran mutuamente a cumplir con  las respectivas obligaciones religiosas.
Fueron testigos de su boda dos vecinos de S. Cayetano y otras personas que se unieron a tan grato acontecimiento.

Luego hubo las fotos de rigor para eterno recuerdo de ese gran día y para enseñar a los amigos.
Los novios regalaron a la parroquia unas cruces de madera y otros recuerdos típicos. Una de esas cruces para el Sr. Arzobispo que dio el visto bueno a su boda. Esas cruces son de fabricación propia y se llaman Cruz de Matará.[i]

Deseamos para la nueva pareja que el Apóstol Santiago, San Cayetano y Santa María, los bendigan ampliamente.



[i] La Cruz de Matará es un fiel testimonio de la Evangelización de nuestra tierra americana, y una clara muestra de la creatividad y el esfuerzo de aquellos heroicos misioneros, por inculturar el Evangelio en las culturas nativas de este continente.

Hoy, muchos Grupos Misioneros del noroeste argentino, utilizan la Cruz de Matará como signo de su Compromiso Misionero.

Debe su nombre a los Matarás, una tribus de naturales que habitaba una zona ubicada al sudeste de Santiago del Estero (Argentina), por entonces capital del Tucumán. Se estima que la cruz fue tallada alrededor del año 1594 (año que parece deducirse de los símbolos grabados en la misma ) por los jesuitas que evangelizaron a los matarás, para transmitirles la Buena Noticia de manera gráfica, dado que ellos eran analfabetos, o por alguno de los naturales.

Finalizados los tiempos de la Evangelización, la cruz pasó de mano en mano durante varias generaciones hasta dar por fin con la familia de don Amelio Sosa Ruiz, que la recibió en herencia y la mantuvo en custodia por años.
 

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