sábado, 11 de diciembre de 2021

Dos anécdotas

 



Me gustan las anécdotas por lo bonitas que suelen ser y por las enseñanzas que se desprenden de ellas.

Una de ellas,  el protagonista es un niño de 4 años. Y ocurrió que fui  a visitar a una familia en su casa a una hora en que estaban todos y, después de hablar de muchas cosas, salió en la conversación que no estaban casados por la  Iglesia. Entretanto los niños, tres, jugaban y  se desplazaban a toda mecha de un sitio para otro, menos la pequeñita que estaba acogida en los brazos poderosos de su padre.

Ante esta conversación comenté  de la facilidad de casarse por la Iglesia;  les expliqué que era fácil y que en quince días se podría arreglar todo,  e incluso me comprometía a casarlos por la noche,  sin darle publicidad.

La madre  de los niños me dijo que su hijo de 4 años ya le había preguntado en varias ocasiones por qué no se casaban, a qué esperaban para hacerlo. Parece imposible que un niño de corta edad pueda enterarse de esa situación y le comenté a los padres que los niños, no se sabe cómo,  pero se enteran de todo. La madre me siguió comentando que saben más de lo que pensamos. Quizá porque tal vez lo hablan en el colegio.

Me acordé de un niño de catecismo, casi de la misma edad, que un buen día le preguntó a la catequista que era eso del aborto. Los niños lo ven todo y además no saben disimular,  dicen la verdad. También  creo que Dios, a veces, nos habla a través de los niños.

La otra anécdota es de una  visita que hice a una residencia regida por religiosas y una de ellas me saludó,  pues nos habíamos conocido unos meses antes.

Aproveché el momento para preguntarle por donde había  trabajado, qué encargos  apostólicos le había dado la Congregación.

Me respondió que había estado unos 20 años en África, otro tiempo en Italia y en otra parte de España. Ahora,  en Santiago.

Mi pregunta fue  si se había adaptado bien a los distintos ambientes. Y entonces me contestó que la Madre General en una ocasión les dijo que eran como semillas que Dios las ponía en diversos lugares y que  en esos lugares habían de florecer.

También la Virgen floreció en Nazaret, en Belén, en Egipto y al lado de la Cruz.

Me pareció una buena sentencia que se puede aplicar a cualquiera de nosotros, y en donde estemos en vez de quejarnos y  protestar, florecer en obras buenas, haciendo el bien.

 En eso resumió, San Pedro,  la Vida de Jesús: pasó  haciendo el bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario