Estaba un día en la catedral de Santiago de Compostela, me situaba en la capilla del Cristo de Burgos, allí estábamos para una concelebración un grupo de sacerdotes.
Hay una hermosa imagen de Cristo en la Cruz, muy parecida a la que hay en Burgos. En ese momento se acercó un niño como de unos 5 años con su madre. Al niño se le veía lleno de curiosidad y le hace una pregunta a su madre: quien es ese que está en la cruz y por qué está así.
Me llamó la atención la respuesta de la madre no sé si porque no sabía o porque era una agnóstica de tomo y lomo, pues le dijo: ese es un judío y está así porque hizo algo malo.
Quedé sorprendido por la respuesta tan poco teológica y cristiana, incluso histórica. Me acordé de este suceso con motivo de la lectura de la carta a los Corintios cap.15, en donde Pablo les dice a aquellos conversos que lo primero que os transmití tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día...
Que buena sería esta respuesta para aquel niño y también para todos nosotros cuando vemos un crucifijo; Ahí está Cristo y murió por mis pecados.
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